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Crítica: "El test", por Paco España

El test es la segunda de las películas que Dani de la Orden estrenó el mismo fin de semana... junto con 42 segundos. Estamos ante una película diametralmente opuesta a la anterior. Se basa en el test de la golosina desarrollado durante los años 60, en el que Walter Mischel, psicólogo austriaco, 'encerró' a niños entre 4 y 6 años en una habitación, delante de una deliciosa golosina, prometiéndoles que, si no la tocaban, tendrían otra igual a su regreso, con lo que ponía a prueba la tentación frente al autocontrol de los niños. En El test, la prueba consiste en que el nuevo rico de un trío de amigos les ofrece, a los otros dos, 100.000 euros ahora, o un millón dentro de 10 años, lo que genera la consiguiente controversia y tensión entre los personajes.


Pero esta prueba no es más que una excusa. Lo que se dirime realmente en la reunión de los tres amigos -el rico y los otros dos que son pareja, tienen una niña y un negocio de copas ruinoso- es la tensión sexual y romántica que viene de sus tiempos locos jóvenes, 25 años atrás, y que aún no está resuelta, ni mucho menos. Esto hace que la película, que se anuncia como una comedia, no lo sea tanto, de hecho, los momentos cómicos son escasísimos y casi todos vienen de la mano de Antonio Resines con un personaje muy tangencial. Por eso, El test tiene gran parentesco con otro título anterior del mismo director, Litus, que era una película generacional, con la ausencia de uno de los miembros del grupo por un, más que presumible, suicidio al volante. Como en aquella, en El test se habla y se habla sin parar, cayendo en un bucle que resulta repetitivo y fatigoso, ya que cualquier paso que dan los personajes les lleva a la misma posición inicial. El interés de la película se mantiene por la calidad técnica de sus imágenes y, sobre todo, por el trabajo de sus principales tres intérpretes.


Alberto San Juan (Sentimental), magnífico y, en ocasiones, desquiciado por un guion que no está a su altura; Miren Ibarguren (Operación Camarón); y Carlos Santos (El crack cero). Aparecen también Blanca Suárez (El verano que vivimos), como la cuarta pata de relaciones románticas; el citado Resines; y la omnipresente niña, que está dejando de serlo, Luna Fulgencio (Héroes de Barrio). El test no puede estar entre los mejores títulos de su director, como Loco por ella o 42 segundos, y está más en consonancia con otros títulos mas vulgares como Papá o Mamá, Hasta que la boda nos separe, El mejor verano de mi vida o El pregón, todos ellos títulos con muy poca permanencia en la memoria, de consumo rápido, muy rápido. El test es una más en este verano repleto de producciones españolas irrelevantes y ya olvidadas.