El lodo es una película interesante, pero pudo haber sido mucho más de lo que realmente es. Sus planteamientos son sencillos porque plantea tres conflictos. El primero y principal, el que tiene lugar entre un biólogo, funcionario público, cuyos orígenes están en el lugar donde se desarrolla la acción, que acude para tomar las medidas necesarias para salvar un importante humedal, lo que implica el cuidado del agua, que entra en conflicto con las formas de ganarse la vida de los habitantes de la zona. El primer conflicto secundario tiene lugar en el matrimonio del funcionario, que pasa por una importante crisis. El segundo conflicto secundario ocurre entre dos hermanos, lugareños de la marisma, sobre el que sobrevuela oscuras sombras de un pasado que no se cuenta.
Con estos tres mimbres, se puede tejer una historia muy interesante, siempre que se concrete y se avance en todo momento en ella, y es precisamente en eso en lo que falla. La historia se enroca sobre si misma y hace que el avance sea costoso y caiga en reiteraciones innecesarias que hacen que la atención decaiga, a pesar de la belleza de las imágenes y de la calidad de los intérpretes, que la tienen y mucha, aunque hecho a faltar que se hubiera exprimido sus muchas cualidades en una historia que daba para ello. La pareja protagonista está interpretada por el actor-director Raúl Arévalo (Antidisturbios) y por la recobrada Paz Vega (Teresa, el cuerpo de Cristo), que lleva sobre sus hombre el personaje más complejo y defiende con acierto. Los personajes oriundos del lugar están interpretados por Joaquín Climent (El sustituto) y Roberto Álamo (Josefina) en el personaje más desaprovechado. También aparece Susi Sánchez (La enfermedad del domingo) interpretando a la oscura terrateniente de la marisma, pero me da la sensación de que está sobrada en el personaje, como vulgarmente se dice lo 'interpreta con la gorra', sin mucho esfuerzo.
El gran conflicto que hoy está en todo el mundo es el del conservacionismo, contra los intereses económicos inmediatos, algo muy difícil de mantener en equilibrio y que ya posee el suficiente interés para generar buenas historias. En esta película se adereza con los problemas de salud mental que se producen por una perdida traumática o por relaciones fraternales escabrosas. Muchos lodos en el interior de las vidas de los personajes y no solo el que se acumula en el fondo de la marisma. Su director Iñaki Sánchez Arrieta es el responsable de la reciente Zerø, una sugerente propuesta con dos interpretaciones de mérito.