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Crítica: "Jack Reacher: nunca vuelvas atrás", por Pelayo López

A estas alturas de la película, la saga o la vida, Tom Cruise debería replantearse el futuro de su trayectoria. Aunque siempre he defendido su profesionalidad interpretativa, en la que esfuerzo y dedicación podían paliar carencias de talento natural, la estrella de Hollywood debería dar una vuelta de tuerca a su próxima filmografía. Tanta acción pura y dura, tanta confrontación cuerpo a cuerpo podrían resultar contraindicados y tener efectos secundarios. No en vano, los años pasan para todos, por muy Cruise que uno sea, y alternar varios personajes con exigencias similares...


En esta segunda adaptación cinematográfica de las novelas de Lee Child, Cruise vuelve a tomar la identidad de un personaje que agradó por igual a público y crítica -AQUI se puede leer nuestra visión sobre la primera entrega-. Sin embargo, recordando lo dicho en su momento, este ex-policía militar, Jack Reacher, no es su posible álter ego, el superagente secreto Ethan Hunt. Además, este nuevo caso apenas se sostiene y aquella primera e incisiva investigación ha quedado diluida en un formato familiar en el que las referencias de género de la primera entrega pasan a un último plano y la conspiración de turno resulta demasiado recurrente.


De hecho, Edward Zwick, sustituto del original Christopher McQuarrie, ha dejado de lado una buena parte de sus principios habituales para conducirse, sobre todo en la segunda parte, hacia una especie de drama en torno a una familia des-estructurada. Su tradicional código ético y de valor en honor a la verdad se centra ahora en el peso de una responsabilidad más personal. El arranque de la trama, sin embargo, se presenta interesante, con el regreso del protagonista al cuartel general de su antigua unidad para reunirse con la comandante, pero ésta ha sido arrestada por traición y encarcelada. Cobie Smulders siempre en ese papel de escudo Shield.


Este papel de abogado defensor coincidirá con el regreso de cierta parte del pasado, en este caso en forma de posible paternidad que resultará determinante en el cara a cara final contra un rival de perfil antagónico pero con raíces comunes. Mientras el carácter policíaco ha perdido pegada, la química sexual entre la nueva pareja protagonista salta a la vista. De hecho, el inicio de la relación existente entre ambos no queda clara en ningún momento, pero a tenor de los roces ni falta que hace. De la misoginia manifiesta a la devoción encubierta por la mujer hay solo un paso... ¡Que se lo digan a Bond!. 


Salvables resultan también las peleas cuerpo a cuerpo, combates a mano abierta con técnicas de ataque/defensa propias del más diestro arte marcial que, al igual que en el caso del olvidadizo y recuperado Jason Bourne, alcanzan cotas de planificación, preparación, rodaje y ejecución realmente destacadas. Dado que esta franquicia está basada en una prolífica saga literaria, Jack Reacher seguramente vuelva en el futuro a la gran pantalla cual llamada Equipo A, aunque debería hacerlo, precisamente, recuperando los argumentos cinematográficos del primer capítulo. ¿Jack Reacher, Jack Ryan?