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Crítica: "El maestro jardinero", por Javier Collantes

Es de agradecer que, de vez en cuando, 'acudan' a las salas de cine películas que proyectan y emiten situaciones de las vidas de las personas, los interiores del ser humano. El denominado cine distinto, cine independiente, ofrece otros vértices en el lenguaje cinematográfico, son títulos que conforman otras situaciones que llegan al espectador por su modo de 'ver' y tratar de entrar al golpe sin efectos especiales. El maestro jardinero, film dirigido por el extraordinario cineasta Paul Schrader, nos sitúa en una dimensión de cine directo, con clase, contando con una narración efectiva, clase de maestro con una dirección impecable.


Schrader convence en cada instante de este relato profundo, dirigido con el rigor del saber rodar, otro camino de esencias fílmicas en el que, sin apenas notarse, el tiro de cámara es un cuadro de arte en si mismo, una apuesta liberadora de alguien que siente el séptimo arte y sabe de qué trata el verdadero juego del cine. Sin trucos, Schrader sigue siendo fiel, con absoluta coherencia, a sus ideas de vida y cine. El maestro jardinero es la culminación en trilogía de la ecuación de los argumentos de sus dos anteriores películas. El reverendo, El contador de cartas y El maestro jardinero nos describen, con exactitud, la redención, la culpa y el cambio, todo ello con una puesta en escena modesta, austera, de tono minimalista, con fotografía y banda sonora sobresalientes. Con la narración de un guión equilibrado, El maestro jardinero nos presenta al cuidador de un jardín esplendoroso, Gracewood Gardens, que mantiene una relación especial con la propietaria viuda rica. La llegada de una sobrina nieta de la dueña de la mansión provocará la salida de oscuros secretos de su pasado y se iniciará una nueva historia.


La crisis existencial, el amor, el pasado de un ser que estuvo, la raza superior blanca, el arrepentimiento, el castigo, la mirada de seres tocados por su pasado... todo esto dibuja un film extraordinario, impactante, sin mesura, cuya belleza se percibe en el transcurrir de un jardín como metáfora de sus personajes, personajes interpretados con exactitud en cada momento -excepcional Joel Edgerton, magnífica Sigourney Weaver y sublime Quintessa Swindell-, para entregar una película con la luz del cine excepcional, un camino de sensaciones con orden y estilo. El maestro jardinero, el arte cinematográfico de Paul Schrader.