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Crítica: "Marlowe", por Javier Collantes

Cuando, hasta, para, por, quien se encuentra en las directrices del denominado cine clásico, en la amplitud de miras, se habla, se estira, la opinión del cine policíaco hasta más allá de sus propios limites, el cine negro, el film noir, que llena de emociones, aunque sea una repetición de tantos e innumerables títulos vistos, pero disfrutamos, una y otra vez, es el cine eterno que prevalece en los tiempos, es como una ecuación del libro de estilo y su manera de trasladar ese espíritu cinematográfico.


A este caso pertenece Marlowe, cinta dirigida por Neil Jordan, que, con valor, nos conduce al clásico y mítico detective creado por Raymond Chandler. Con un punto de mira diferente, pero conservando su espíritu, Jordan dota al relato de una punta de lanza en el desmontaje, por instantes una cinefilia espectador-director, una obra mayor, para reducirla a menor calado sin destrozar y sí componiendo un thriller de intriga aceptable en su conclusión. El realizador nos muestra otra manera de 'ver' y 'leer' La rubia de ojos negros, una nueva adaptación más modesta y, quizás, más de estudio-cartón piedra. Marlowe nos retrotrae a finales de los años 30, a los bajos fondos de la ciudad de Los Angeles, donde el detective es contratado para encontrar al ex-amante de una mujer glamurosa, hija de una famosa estrella de cine y heredera de una gran fortuna. La desaparición e investigación harán saltar una serie de mentiras y Marlowe se verá envuelto en una 'zona' peligrosa, donde ambición, poder y manipulación serán los ingredientes de una gran aventura.


Como film menor, e incluso con sus presuntos fallos, la película se deja ver y, una vez más, su principal aportación recae en un reparto interpretativo que suma unos encomiables trabajos: Liam Neeson, Diane Kruger, Jessica Lange y Danny Huston. Una fotografía de estudio, una puesta en escena de decorado, un rodaje a las afueras de Barcelona y una banda sonora pasable otorgan a Marlowe un sabor fílmico que, aunque pudo haber sido de alto voltaje, tan sólo se resquebraja como una mera estela de clase B.