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Crítica: "Empieza el baile", por Paco España

Esta coproducción hispano-argentina supone el tercer largometraje de su directora, la bonaerense, y afincada hace muchos años en España, Marina Seresesky. Anteriormente a sus trabajos largos desarrolló una brillante trayectoria como cortometrajista, con la realización de títulos muy reconocidos y premiados como La boda o El cortejo. Sus dos anteriores largometrajes son la magnífica La puerta abierta y la desconocida, al menos por el que esto escribe, Lo nunca visto, ambas con Carmen Machi como actriz protagonista.


Empieza el baile nos cuenta la historia de un trío artístico que, cuarenta años atrás, tuvo mucha importancia en Argentina en el baile de tango. De manera bastante rocambolesca, los tres personajes se reúnen de nuevo para realizar un viaje que les descubrirá partes muy importantes del pasado y del futuro de sus propias vidas. Como toda 'road movie' que se precie, el viaje exterior es el que vemos y el viaje interior es el que sentimos como espectadores. La directora, que también es guionista, construye una historia humana e interesante, llevada por tres intérpretes superlativos: Jorge Marrale, del que desconozco sus anteriores trabajos, encomiable aquí, que ya compartiera elenco en la película Francisco, el padre Jorge, con otro de los protagonistas de ésta; Darío Grandinetti (La isla de las mentiras), un actor cuya presencia en la pantalla es digna de ser observada y disfrutada, interpretando al galán caduco por el paso del tiempo, portando un tipo de peinado, al que se hace referencia en la película, tan respetable como curioso, el que establece la raya del pelo justo encima de una oreja y ese pelo, pasando por la despejada cabeza, llega a la otra oreja, generando una falsa sensación de la existencia de cabello donde no lo hay y gran perplejidad a los que contemplan ese peinado cuando es víctima de fuertes rachas de viento -he conocido personas que han portado y portan esta estética capilar a las que quiero transmitir el mayor de mis respetos-; y la tercera componente del triángulo, la maravillosa Mercedes Morán (Neruda), una actriz que, como sus compañeros de reparto, convierte en oro todo lo que toca, todo lo que interpreta.


Aunque Empieza el baile atraviesa su bache narrativo en la parte del viaje en el que se encuentran con la pareja joven en el episodio de maltrato machista, que enlaza con la fiesta de la policía local del sargento que se jubila y que siempre ha sido una gran admirador de la pareja de baile de tango -y que no encaja muy bien en el conjunto de la historia-, tiene la suficiente calidad e interés humano para ser vista con mucho agrado, disfrutando intensamente de la historia y del trabajo de sus intérpretes.