La historia que cuenta esta película es la de un grupo de antidisturbios de la Policía Nacional que acude a un lanzamiento (eufemismo utilizado para referirse a un desahucio) y las cosas toman derroteros inesperados. Con esta premisa, es habitual la comparación con la magnífica serie de televisión, de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, Antidisturbios, pero las similitudes acaban aquí: la forma de desarrollar la historia es muy diferente en ambas propuestas y llegar a las cotas de calidad de la serie de televisión es muy complicado.
En lo que se refiere a Asedio, se trata de la desocupación de varias plantas de un edificio completamente destartalado en el que conviven inmigrantes, indigentes, traficantes y otros grupos marginales, y todo se descontrola cuando el personaje interpretado por Natalia de Molina (Las niñas, Adiós) encuentra una enorme cantidad de dinero, oportunidad que no quiere dejar pasar, algo que a sus compañeros del grupo policial no les gusta en absoluto y que genera un juego de caza del gato al ratón sin salir de las instalaciones del edificio. La película pretende ser una experiencia inmersiva, haciendo que el espectador se introduzca en la acción con muchos planos secuencia, mucha cámara en mano con movimientos sincopados de la misma, para trasmitir la tensión, especialmente de Dani, la agente femenina del grupo, que lleva el punto de vista de la acción. Este efecto está mas o menos conseguido, pero la búsqueda de credibilidad la tenemos que dejar en la puerta del cine, ya que en el desarrollo caótico de la acción existen muchas cosas que suceden de manera incompresible, aunque es posible que en actuaciones policiales de este tipo también el caos y la imprevisibilidad pueda estar presente. Pero una cosa es la realidad y otra el cine, y una historia contada con esta premisa produce momentos de incredulidad y desorientación en el espectador, con el riesgo de que desconecte de la historia, aunque, si es capaz de sobreponerse a la falta de verosimilitud que le puede acuciar en diferentes momentos de la película, podrá disfrutar de ella.
Básicamente, por la habilidad que tiene su director, el sevillano Miguel Ángel Vivas, de crear atmósferas, como ya demostrara en las estimables Tu hijo y Secuestrados, ambas un peldaño por encima de esta historia de policías corruptos y sororidad femenina en situaciones extremas. El trabajo de Natalia de Molina es excelente, como siempre, sustentando el peso absoluto de la acción, acompañada en el último tramo por Bella Agossou (Black Beach). El resto de los personajes son poco más que sombras o zombis que corren o deambulan en el caos vertical del edificio.