Una vez, varias veces, en alguna ocasión, el llamado cine independiente nos depara grandes sorpresas, una clase de cinematografía que, en algunas películas que nos llegan del cine norteamericano con su sapiencia de cine universal pero también incluso con el 'sabor' local, nos entrega una de las grandes lecciones del séptimo arte, la emoción de modo sencillo en su planificación. A este ejemplo se corresponde To Leslie, cine indie de notable propuesta en lo que a la exposición de la historia se refiere, un cuadro de la Norteamérica profunda que, como una balada country, nos enseña a emocionarnos e introducirnos en su relato de film modesto, intenso, conmovedor...
To Leslie, en el centro de la polémica por el apoyo de actrices y actores a la nominación al Oscar a la Actriz Principal, es una película que se estrenó en pocas salas de cine en Estados Unidos, pero atesora una calidad fílmica de primer nivel. Dirigida por Michael Morris, cineasta procedente del mundo de la televisión, posee un regusto a extraordinario drama sureño, la historia de una madre en el descenso a los más recónditos infiernos del alma humana, una historia de superación, de bajo presupuesto, que produce sensaciones, una balada rodeada de redención, una historia basada en hechos reales sobre una madre que, al ganar un cuantioso premio en la lotería, lo despilfarra en alcohol, fiestas... Desahuciada, y abandonada a su ruina, intentó reconducir el rumbo de su vida y volver a reencontrarse con su hijo después de un abandono.
Con una dirección notable y una fotografía excepcional, la película resulta un estudio de personajes, con reacciones y miradas, diálogos y gestos, de carga impactante. To Leslie suma, además, la interpretación de Andrea Riseborough en el grado máximo de una genialidad cada instante en la pantalla, y, desafiando su propia realidad, resulta, aunque con los esquemas del cine estadounidense, una película inolvidable, regalándonos un acto de sentimientos, una lección de cine de alto nivel, un premio de lotería para el espectador que arroja a la butaca los valores de una película extraordinaria, esencia cinematográfica, que logra hacer imborrable los recuerdos de un magnífico film.