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Crítica: "Los Fabelman", por Jesús Caro

Viaje personal del director Steven Spielberg en el cual, a base de una recopilación de recuerdos de infancia, anécdotas de juventud y diferentes episodios familiares significativos que marcaron su vida y su obra como realizador, evoca los orígenes en los cuales descubrió y se enamoró del séptimo arte, del CINE en su más profunda expresión y de la pasión por contar historias desde muy joven.


Los Fabelman se mueve entre dos vertientes: un retrato de juventud con fuerte dosis nostálgica y drama familiar algo típico, y una carta de amor a las películas, al cine y su magia, al arte de la narración. En lo referente a la representación familiar, Spielberg apuesta por enfatizar la parte más emocional de su relación con sus padres, de lo que supuso la separación entre ellos pero desde la honestidad y la comprensión, una liberación de responsabilidad y culpa. El cineasta demuestra su increíble manejo de la narración, unos planos que traspasan la pantalla, la precisión en el movimiento de cámara y, además, suma la sobresaliente labor de Janusz Kaminski en la fotografía y el trabajo de un reparto en el que destacan Michelle Williams, Paul Dano, Judd Hirsch y el joven Gabriel LaBelle.


Los Fabelman no deja de ser una celebración de la vida, también la consciencia de la fragilidad de la misma, un melodrama sobre la infancia, de la capacidad de enfrentarse a las adversidades, del coraje y la pasión necesarios para perseguir los sueños, porque, si algo le sobra al film, es, pese a todo, un espíritu optimista, soñador y sobre todo una pasión absoluta por el cine.