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Crítica: "The Quiet Girl", por Javier Collantes

Para la propia esencia del cine, siempre existen condicionantes en el mejor y apropiado término, es una manera de captar el desarrollo en cada imagen, junto al lenguaje narrativo, modesto, atrapando sin petulancias, que existen delante y detrás de una cámara. Tantas cuestiones cuyas derivaciones nos entrega un viejo 'vampiro' de artes, a través del cine. The Quiet Girl contiene todo esto y más, un film prodigioso, sencillo, conmovedor, que, dentro de su modestia en su puesta en escena, nos da una de las esencias del cine en cada secuencia. Una película dirigida con un sobresaliente acierto por Colm Bairéad bajo una cámara ajustada al plano, una historia brillante que, bajo el formato 4:3, nos acerca a sus personajes y, en especial, a una niña como protagonista de la historia del film.


Sus planos en simetría, una banda sonora excelente y adecuada en cada momento más una fotografía sublime, The Quiet Girl nos habla, emite un relato titulado Foster, de Claire Keegan, que en su traslado a la pantalla, junto a un añadido para el film, resulta de construcción magnífica. Película con premios del cine europeo, reconocida en Valladolid y Berlín, nominada a Mejor Película Internacional en los Oscar y película más taquillera de la Historia del Cine en Irlanda, datos significativos para un relato sencillamente de puro oro cinematográfico. Cada segundo, cada escena, diálogo, silencio, y sus paisajes nos impregnan de una clase de cine hipnótico, minimalista, que llega al corazón y alma del espectador, directa. Una historia que nos traslada a la Irlanda rural de 1981, protagonizada por una niña de nueve años que vive retraída, casi olvidada entre su familia numerosa, en la escuela, en casi permanente silencio.


Sus padres, ante el embarazo de su madre, la envían en verano a casa de unos parientes, lugar donde el misterioso silencio de la niña encontrará su lugar, su hogar, donde encontrará el cariño. Con unas sobresalientes interpretaciones, en especial de Catherine Clinch, cada mirada, palabra y presencia logran la perfección si la perfección existiera. Con momentos de belleza, soledad, ternura, autodescubrimiento, delicada, cálida, con secuencias sobre un duelo, la comida, la conversación al anochecer junto al mar, el dolor, el final, con una niña corriendo nos ofrece una lección de cine y de la vida en una magnitud entre lo emocional, lo físico, y la familia. The Quiet Girl, la película de una chica tranquila que se traduce en un gran film, una genialidad en su tratado cinematográfico y existencial.