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Fuera de Serie: "'Okupas', la ficción 'realista' de culto más admirada de Argentina", por Daniel Soriano

El choque cultural de un porteño con amigos al margen de la sociedad, los códigos de la calle, la amistad, los 90, el rock, la cumbia, la noche... Okupas es esa obra que baña los sueños de juventud, de la época de transición entre milenios, nunca mejor contada. Bruno Stagnaro, el director, un genio que con tan solo 24 años hizo Pizza, Birra, Faso y, tres años después, se despachaba con esta magnífica realización y las alocadas peripecias de un grupo de jóvenes que, fruto de la ocupación ilegal de una casa en el barrio de Congreso, les lleva a una espiral de delincuencia y drogas con su amistad como único salvavidas.


A menudo la califican en su tierra como la 'Maradona' de las series y la culpable de marcar un antes y un después en las producciones argentinas, y no es para menos por todo lo que representa esta serie tan única. Pincelada en altas dosis de realismo, la banda de Rodrigo, Pollo, Walter y Chiqui parece arrastrarte a la pantalla en volandas y adentrarte en su estrambótica historia buceando en el océano del entretenimiento. A Netflix lo que es de Netflix. Fue el culpable de destapar el baúl de los recuerdos argentinos, llevando a cabo la remasterización 20 años después de su estreno original, puliendo ciertos flecos, pero respetando la singularidad de semejante 'master piece'. Lo que ha provocado la multinacional americana es que esa sensación tan emotiva que vivieron los noventeros pegados a la televisión argentina se haya revivido dos décadas más tarde. Es difícil, como un examen de visión para un ciego, explicarle a algún conocido las sensaciones que se entremezclan a la hora de disfrutar de Okupas.

La estética lóbrega y sórdida abunda hasta el punto de incomodar y surtir tensión al espectador. No obstante, se deja también lugar al jolgorio y a momentos emocionantes a la par que sobrecogedores merced de las citas a golpe de sentimiento y empatía con los personajes. Pero la clave es, tanto el desarrollo -tan pulcro como exacto- como el final, donde las lágrimas afloran y el desasosiego de ser consciente de que ya la has acabado te hace replantearte que solo deseas que pase el tiempo para poder verla de nuevo y refrescarte la memoria. ¿Lo malo? Que es de esas series que jamás se olvidan.