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Crítica: "Mi vacío y yo", por Paco España

Estamos ante un nuevo acercamiento a la temática transgénero por parte de su director, Adrián Silvestre, responsable del excelente documental Sedimentos, que, como Mi vacío y yo, puede verse en Filmin. Estamos ante una historia de ficción cuyo protagonista es Raphi, o Raphaelle, una chica trans de origen francés que reside en Barcelona. Se podría decir que sigue el camino del documental citado, ya que todas las mujeres que participaban en aquel participan en varias secuencias de esta película, todas ellas pertenecientes a la asociación barcelonesa i-vaginarium, dirigida por Tina Recio, que se encarga de prestar ayuda para encontrar la propia identidad y la salud sexual de mujeres trans que emprenden el camino que desembocará en una vaginoplastia. En este caso, Mi vacío y yo podría considerarse un ejemplo de trans-escepticismo porque, así como la asociación citada asume que la identidad sexual de las mujeres trans se reconoce por la propia persona y por el resto de la sociedad a través de al intervención quirúrgica, esta película plantea la posibilidad de que una mujer trans pueda reconocerse como tal conservando sus atributos sexuales masculinos.


Cuando pronunciamos estas dos palabras, 'Persona Trans', la segunda sigue sonando como un eco que no para de resonar en nuestra cabeza, trans, trans, trans... mientras que la primera palabra, que es la más rica y la que contiene el concepto más importante, apenas la oímos ni resuena en nuestra mente. Es como si dijéramos 'Persona rubia', la segunda palabra hace referencia al color del pelo, mientras que la primera contiene el resto de características que determinan a un ser humano, cientos de ellas. Lo mismo pasa con Raphi, la protagonista de la película, que no sabe qué decir cuando la preguntan como se siente, ni cuando le preguntan como puede definirse. Ella es una persona, con una inocencia muy pronunciada para su edad que le coloca, en ocasiones, en situaciones difíciles y de alta vulnerabilidad, especialmente cuando busca su 'príncipe azul' en Tinder.


Se cuestiona porque tiene que someterse a la cirugía para sentirse una persona completa, mientras que otras muy cercanas afirman categóricamente que una mujer trans que conserva su pene solamente es capaz de atraer hombre con una fuerte carga morbosa, cuando es algo que no tiene que ser necesariamente así, 'siempre hay un roto para un descosido', queriendo decir que siempre es posible encontrar una persona que se adapte a otra por muy especiales que sean sus características. Mi vacío y yo es una película muy interesante que trata este tema, aunque lo que subyace es el reconocimiento de la propia identidad, sea como sea nuestro cuerpo, porque es el único vehículo que nos puede llevar a los sitios, nos hace vivir experiencias únicas y expresar nuestros anhelos y sentimientos. Si este cuerpo no responde a los cánones standard vigentes o no es del agrado de algunas personas, sí lo será de otras. Esta película contiene cierta estructura del documental que le precede, pero es una ficción basada en las experiencias personales de Raphaëlle Pérez, protagonista y coautora del guion, conteniendo momentos muy tiernos de intensa emoción.