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Crítica: "'The Interview', o cómo provocar el odio de la nación más enigmática del Mundo a golpe de sátira", por Daniel Soriano

Dentro del abanico de largometrajes que se han producido a lo largo de la historia de Hollywood, salta a la vista la recurrente perdición del director americano en abrazar la controversia con sus ficciones. ¿Ha ido el cine demasiado lejos en alguna ocasión? Claro. Hombre... Francamente, no implica sacar a la palestra de Saló o los 120 días de Sodoma, A Serbian film o cualquier tipo de atrocidad visual aglutinada en un centenar de minutos que únicamente empuja al espectador a plantearse la opción de forzosamente arrancarse los ojos de las cuencas. Se habla de hacer brotar la polémica a golpe de inteligencia, de humor, de sarcasmo.


Naturalmente, ese ha sido el plato fuerte en las postreras elaboraciones de la siempre picante filosofía del hilarante y osado binomio Seth Rogen-Evan Goldberg. Con This is the End no terminaron de despegar de su asiento a los críticos periodistas -escenificando su alocada visión del apocalipsis plagada de cameos estelares del selecto 'show business' americano-, pero con The Interview, ese bombón de licor tan agridulce, consiguieron algo más que eso: la amenaza de un atentado terrorista similar al acontecido el siempre tan señalado 11-S. Y, es que es innegable que, si bien es muy explícita y llama a la puerta de la burla, The Interview es así como el chaval popular que le baja los pantalones al 'rarito' en un atiborrado patio de mentes adolescentes. El problema es que a Corea del Norte no le sentó muy bien ser ese chico que se sube, absolutamente espantado, los pantalones a toda prisa, y menos delante del 'público', tan aleatorio en virtud de la digitalización, que siempre sigue la corriente al otro. En resumidas cuentas, una entretenida broma pesada.

En el mundo de la interpretación, James Franco (Dave Skylark) y Seth Rogen (Aaron Rapaport) han sido como la yema y la clara. Por separado, siempre ha sido más atractiva la parte central -también a causa de la experiencia que lo avala-. Sin embargo, es imposible no admitir que juntos se disfrutan un huevo. Seth Rogen también en calidad de director, se encargó de otorgarles a él y su 'hermano' Franco los roles protagonistas. Franco es un descarado presentador de televisión perfectamente caricaturizado, ególatra por excelencia, que, algo falto de luces, siempre acude a la voz de su 'conciencia', Seth Rogen, su fiel productor y mejor amigo.


Todo sigue un orden normal en la vida de dos 'celebrities', artistas de la personalidad con su divina rutina plagada de vicios y extravagancias que acaban de cumplir 1.000 programas en el Skylark Tonight. Cuando la oportunidad de ir a hacerle una entrevista al líder supremo Kim Jong-Un, tan poco bien recibido en el panorama americano, brota desde el Gobierno de Corea del Norte, ambos no dudan un segundo en encomendarse semejante manjar para seguir nutriendo sus nombres y hacer historia. La aparición de una también satirizada CIA que les 'obliga' a matar con un parche transdérmico de cianuro al mandatario norcoreano, no para las combinaciones de golpes cómicos del dúo que inexorablemente transgrede constantemente toda serie de cánones de una sociedad cada vez más frágil.


El desembarco en Corea del Norte separa los caminos de los 'colegas'. Aaron, más prudente y escéptico ante el 'sospechoso' paraíso que les presentan los escoltas que ejercen como cicerones en la visita, se desvive por convencer a Franco de que todo es falso. Pero sería en vano. Sin embargo, un sensacional Randall Park, como Kim Jong-Un, 'vergonzoso y tímido', se antoja muy humorístico y produce el 'ohhh...' de un público delatado por la ternura. Tan rocambolesca es la cinta que se asemeja a la realidad, y es que inspirándose en la amistad que une a Dennis Rodman y el mandatorio asiático en la actualidad, James Franco inició un entrañable 'bromance' con Jong-Un -ciertamente previsible, aunque justo de admitir que las mayores carcajadas se le pueden atrbiur a esta parte-.

Sin embargo, era demasiado raro que unos americanos algo 'gamberros', casados con la polémica, como son Rogen y Goldberg no hicieran sacar esa 'robótica y estricta' faceta del líder supremo, y lo siguiesen presentando como un 'tío guay al que le gusta Katy Perry y jugar al baloncesto' como lo describe Aaron. Ante el constante rechazo de un Skylark empeñado en abrazar la cultura norcoreana, un inesperado romance entre Rapaport y la 'bastarda' mano derecha de Jong-Un, proporcionan un toque muy emotivo de cara a las escenas finales y hacen abrir los ojos a un Skylark, que algo 'cortito', se da cuenta de la ficción preparada por el Gobierno.


Moverse bien en los terrenos cómicos y optar por no detenerse demasiado en aspectos que podrían hacer desplomar el interés, dota a la película de un ritmo suficientemente vivo y atractivo en la 'entrevista final', el acontecimiento del año que une a Jong-Un y Skylark en el despacho oval. Rogen y Franco están siempre tan a gusto trabajando juntos que esa química se eleva por encima de las limitaciones de sus personajes. Uno, 'despellejando' a un aparentemente inquebrantable líder, y el otro mordiéndole los dedos a los militares que querían parar la emisión. El tono general, a fin de cuentas, permite que sea bastante llevadera en la que hay bastantes aciertos, como la forma de dar un nuevo sentido a la canción Firework, de la artista Katy Perry. Puntazo.