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Crítica: "Enola Holmes 2", por Daniel Soriano

Hay un momento de Enola Holmes 2 en el que la joven detective (¡sí, sorprendentemente la hermana pequeña de Sherlock!) se prepara para asistir a un baile. Frente a una mansión victoriana, Enola se vuelve hacia la cámara quitándose la máscara de terciopelo de los ojos y pronunciando '¡Soy yo!', como si nosotros, la audiencia, tuviéramos la más mínima duda. El punto es: Enola se está divirtiendo, una cómica nata con el carisma suficiente para la gran pantalla, convirtiendo lo que podría ser sólo otro juguete desechable de (pre)adolescentes en una verdadera delicia con un elenco de lo más sólido.


En fin, la historia de la secuela es secundaria a los chistes, una gran parte de los cuales son con Millie Bobby Brown dirigiéndose adorablemente a la cámara. La joven investigadora es abordada por una niña cuya hermana ha desaparecido. Ella, como otras en la parte deteriorada de la ciudad, trabaja para una fábrica local de fósforos. A medida que su investigación transcurre, con el tiempo, Enola descubre una repugnante conspiración de corrupción en la que los fabricantes de fósforos utilizan intencionadamente materiales más baratos a pesar de conocer sus efectos nocivos en sus trabajadores.


Los adultos, más acostumbrados a la línea 'Holmes', reconocerán más fácilmente que, si bien no hay magos ni dragones, las películas en verso del famoso detective (y en este caso su hermana) son esencialmente películas de fantasía. Eso también implica villanos exagerados (como David Thewlis) y algunas secuencias de acción inverosímiles. La verdadera magia, sin embargo, está con el personaje principal, el de Enola, y su arsenal de puntos reseñables y cómicos. Más incluso que la primera película, Enola Holmes 2 se inclina por exponer la tan manida desigualdad de género.


Se trata ésta de una línea particular que los cineastas han dominado mucho en los últimos años en base a las tendencias sociales lanzando, deliberadamente, un mensaje claro para garantizar que todos los que están viendo la película puedan verse representados. Esto, en parte, podría resultar complicado, porque los momentos del jocoso largometraje muestran la sociedad victoriana con su sexismo históricamente preciso, pero para nada cayendo en otros comportamientos tan reprobables como pudiera ser, sin ir más lejos, el racismo. En fin, Brown resuelve la diversión de una de las mejores secuelas del año en Netflix.