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Crítica: "Halloween: El final", por Jesús Caro

Halloween: El final es el último capítulo de una trilogía de secuelas directamente relacionadas con el clásico de 1978 del señor John Carpenter, título de culto que ha dejado tras de sí todo un pequeño universo de films de terror que forman diferentes líneas temporales según conveniencia de guionistas y productores para seguir exprimiendo la fórmula enmarcada en el 'slasher' de enmascarado asesino. En esta última entrega, vaya la verdad por delante, tengo sentimientos encontrados. Se agradece que sus responsables quieran probar y explorar cosas nuevas. Esas 'nuevas ideas' parecen tener entidad propia, cuyo tono difiere del que se espera de un film de género y de los ingredientes del mismo: tensión, suspense, sangre...


Eso se pierde en gran parte de la cinta. Ante el desenfreno desmedido de muertes de Halloween Kills, Halloween: El final se presenta como una película con resaca. La parte más sangrienta de la historia y las muertes de diversos personajes se muestran de manera algo apelotonada en su tramo final. Tiene buen comienzo, algo inesperado y muy enérgico, que pronto diluye su interés en un desarrollo algo pesado debido, en gran parte, a una trama 'romántica' mejorable. La idea que envuelve toda la película es la maldad (inherente en el ser humano) y el equilibrio resultante de la lucha interna entre el bien y el mal.


Pero también se abordan la capacidad de lidiar con traumas del pasado (pasar página y seguir adelante), el perdón, la influencia que ejerce sobre el individuo la sociedad afectada de odio... temas que me resultan interesantes pero la redundancia en muchos de ellos lastran el ritmo del film que durante mucho de su metraje se olvida de su ADN: ser un 'slasher', entretener y provocar, aunque sea poco, miedo al espectador. El enfrentamiento entre Michael Myers y Laurie Strode se resuelve como mero trámite una vez que los personajes secundarios, quienes han copado en exceso su presencia en la historia, dejan espacio a un final que sirve como cierre ¿absoluto? a una amenaza que se ha prolongado quizás en exceso en el tiempo.