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Crítica: "En los márgenes", por Paco España

Al salir del cine después de ver En los márgenes, uno se siente afortunado lidiando con las miserias personales y no con los dramas que viven estas familias, 100 cada día en España, porque sigue sucediendo, los desahucios siguen teniendo lugar un día tras otro y los que se ven envueltos en esas situaciones no tienen ninguna posibilidad de ir al cine, tomarse unas tapas con una agradable conversación o ver el partido de fútbol de su equipo favorito, aunque sea en el bar con una caña. Estas son las cosas que podemos hacer la mayor parte de los mortales que tenemos problemas importantes pero cotidianos, pero no estas personas cuya angustia por perder el lugar donde viven pesa como una losa en sus vidas. Pienso que cada caso es distinto y hay que analizarlo de manera individual, porque hay desahucios por impago del alquiler, que puede suponer el único ingreso del propietario, aunque casos como éste serán los menos, y la mayoría de ellos se trataría de puro aplastamiento de entidades poderosas como bancos o fondos buitre, que viene a ser lo mismo, sobre personas vulnerables y sin capacidad para una defensa eficaz. Las leyes de cualquier país que pretenda ser justo deberían proteger a los vulnerables frente a los poderosos sin escrúpulos, pero, lamentablemente, esto no suele ser así.


Respecto a lo que es estrictamente la película que ha generado estas reflexiones, se puede decir que es interesante, aunque un tanto desequilibrada, ya que las personas que protagonizan esta historia son de una pieza, muestran debilidades pero su determinación es inquebrantable, lo que les hace predecibles, especialmente en el caso del personaje interpretado por Luis Tosar, al que vemos hacerse el 'harakiri' familiar minuto tras minuto en un alarde de generosidad ilimitada, acompañado por su hijastro, al que siempre presenta como su hijo, destacable el actor Christian Checa, y que este le corrige cada vez, hasta que, al final, sintiéndose orgulloso de su padrastro, a pesar de que éste es incapaz de estar en los lugares en los que su pareja le necesita, y tras verle una jornada haciendo heroicidades buscando a la madre inmigrante de una niña en poder de los servicios sociales, ya se presenta como su hijo y queda impregnado de ese compromiso hacia los demás, aunque queda la sensación de que el cambio ha sido demasiado drástico respecto al chico que hemos visto al principio.


Esta es la parte de la historia más trepidante, pero más inverosímil, porque una persona que no sabe cuidar de si mismo y los suyos difícilmente va a poder cuidar de los demás. No me puedo creer el desenlace de esta historia, especialmente por el amor y admiración que despierta, a pesar de todo, en los suyos. El papel de Penélope Cruz, que además es productora de la película junto al cántabro Álvaro Longoria, es una auténtica madre coraje interpretada con mucha solvencia y autenticidad. El personaje con más aristas, y a la vez el único que despierta una sonrisa en el espectador, es el interpretado por el propio director, Juan Diego Botto, un peón de obra argentino que ejerce de psicoanalista con su compañero y que muestra la vergüenza inmanejable que siente por su situación. Destaca también el trabajo de Adelfa Calvo (El autor), una actriz de una enorme calidad con muchos papeles invisibles. El guion, a cargo del propio director y de su pareja Olga Rodríguez, es interesante. Aunque cargan demasiado las tintas, llevan los desenlaces de las historias con acierto dramático. Un tándem que crea expectativas hacia sus siguientes trabajos por los aspectos positivos vistos en este.