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Crítica: "La chica y la araña", por Javier Collantes

La forma de tratar historias conforma otra manera de presentar otros ángulos en la narrativa, en este caso el cine, cine que posiblemente sea diferente a los parámetros de una métrica fílmica que obedece a captar detalles que, en ocasiones, se olvidan, una visión del arte cinematográfico que necesita de un esfuerzo sutil, un sutil destello en la narración de un film. A este ejemplo se corresponde La chica y la araña, película difícil en modo de instalación artística en su nivel cinematográfico. Lisa se traslada de casa, Mara se queda, movimiento de cajas, pintura... el principio del fuego interno emocional de sus protagonistas. Emociones y sensaciones en tono de tragicomedia sobre lo fugaz de la vida.


Con este argumento, la dirección del relato, acertada respecto a sus encuadres y las miradas que son sus puntos fuertes, es una pieza de orfebrería teatral-cinematográfica con la que sus realizadores nos ofrecen un film que recuerda al cine de Bergman, calmado, hipnótico por instantes, con una consecución de un texto minimalista, trasformadora, cuyos diálogos a veces resultan contundentes, aunque se lastra en su final, con ciertas frases lapidarias, poéticas, que no aportan nada más que un presunto brillo sin 'limpiar' su entorno... Silencios, rostros, secretos, dolor, deseo... entre la pérdida y el abandono, con instantes de tragedia y humor, confieren al film una extraña sensación.


Un texto surrealista, ambiguo, unas habitaciones, una araña, un gato, una vecina, unos sueños y, sobre manera, la mirada femenina intensa, áspera, cruel, realista, sensible... elementos todos ellos que captan una especie de abstracción que, en su fondo, comprenden sus personajes. Una fotografía excelente, unas interpretaciones de alto nivel y unas canciones como Voyage, Voyage, de Desireless, nos dan un film complicado, fascinante, cuyas imágenes, estáticas en momentos, y su percepción de la naturaleza cabalgan con un ritmo que entusiasma o aleja de los vértices de la pantalla. La chica y la araña es distinta, minoritaria, una cámara que apenas se percibe y que viaja por el contorno de sus personajes.