36 años después del estreno de Top Gun (Ídolos del aire), aterriza (o debería decir despega visto su fulgurante arranque recaudatorio en taquilla en todo el mundo) en las salas de cine su secuela con la difícil tarea de contentar a los fans de la original y de atraer a un público nuevo a base de prometer toda una experiencia cinematográfica altamente gratificante, no solo por sus espectaculares escenas de acción aéreas, con sus protagonistas al mando de aviones de combate reales, sino por una historia que se atreve a avanzar, evoluciona naturalmente, da un paso hacia adelante sin anclarse y repetir/copiar en su totalidad a la primera entrega y que tiene los ingredientes suficientes para atrapar la atención del espectador. Con un inicio casi idéntico al de su antecesora y jugando en momentos puntuales con la nostalgia, ésta tiene su propia historia.
Sencilla, con personalidad, en la que el romanticismo (la relación entre el personaje de Cruise y el de Jennifer Connelly), la amistad (Cruise/Maverick y Kilmer/Iceman), los conflictos personales derivados del pasado (Cruise y el hijo de su antiguo amigo fallecido en la primera entrega interpretado por Miles Teller) y todo el drama y emoción que se origina a raíz de la misión que deben llevar a cabo los pilotos que el protagonista, el capitán Pete Mitchell, debe instruir para ser realizada con éxito. Con una base argumental sólida, sus guionistas -Ehren Kruger, Eric Warren Singer y Christopher McQuarrie- no se complican a la hora de ponernos al día sobre la situación actual de los personajes ya conocidos y de hacer una ágil, sencilla y funcional presentación de los nuevos entre los que destacan del grupo de pilotos aquellos que interpretan Miles Teller y Glen Powell.
También, y en papeles secundarios pero de gran relevancia, Jennifer Connelly en una suerte de personaje femenino fuerte, independiente y madre divorciada; Jon Hamm en contraste al personaje de Cruise por no compartir sus 'métodos de trabajo'; y Ed Harris, que, con el poco tiempo que permanece en pantalla, eleva considerablemente el nivel del metraje. Top Gun: Maverick es un film autoconsciente en el que confluyen pasado y presente, con una historia convincente, una aventura clásica actualizada llena de emoción, acción y unas escenas de vuelo espectaculares. El director, Joseph Kosinski, cumple con creces lo que se espera de él tanto a nivel visual, ritmo narrativo y sin perder en ningún momento el pulso y el interés emocional de la historia fortalecida con un gran número de capas dramáticas. Una gran experiencia cinematográfica de alto nivel.