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Crítica: "Camera Café, la película", por Paco España

En una estudiada operación de marketing, se ha cogido la exitosa serie Camera Café para, con sus mismos personajes, montar una historia de 90 minutos. Para dirigirla se ha elegido al miembro del grupo de los reyes del humor manchego, Ernesto Sevilla, que ya ha dirigido varios episodios de la serie El vecino. En principio era una operación compleja, ya que la serie estaba compuesta por sketches de unos cuatro minutos con temáticas independientes y que siempre se desarrollaban en un mismo espacio, el de la máquina de café de una oficina, rodada siempre mediante plano fijo. Para empezar a construir un largometraje eran necesarias dos cosas. Por una parte, cambiar la estructura dramática extremadamente corta del sketch para crear una historia larga y con continuidad, y, por otra, abandonar, como único espacio, el de la máquina del café y expandirse en busca de otros espacios en la oficina y fuera de ella.


Prácticamente todos los personajes de la serie televisiva aparecen en la película, encarnados en sus respectivos actores y actrices. Solamente se aprecia la ausencia de uno de los personajes principales. Se trata del actor vasco, y residente en Suecia, César Sarachu, y su personaje Bernardo, que los guionistas han decidido hacerle pasar a mejor vida y mantener su presencia en las manos de Cañizares (Esperanza Pedreño) en forma de una urna parlante con sus cenizas, aunque su voz pertenece al inimitable Raúl Pérez. Además, el personaje ha sido sustituido por el mejor actor posible, física e interpretativamente hablando, que es Javier Botet (Ventajas de viajar en tren), además el director de la oficina interpretado en la serie por Luis Varela ha sido sustituido por Manuel Galiana. Otros rostros que no estaban en la serie y que también se incorporan son Ingrid García Jonsson e Ibai Llanos como los hijos de Quesada (Arturo Valls), además de la cantante Karina. La película tiene la habilidad de dar vuelta a la situación laboral de algunos de los personajes, además de crear una división portuguesa de la empresa para crear competitividad y utilizar, de una manera bastante cómica, el estereotipo de la proverbial alegría portuguesa y de sus creaciones musicales, denominadas fados, lo que justifica la coproducción de ambos países.


Se mantiene una estructura argumental identificable con la serie e incorpora una estética visual surrealista en la que se nota el toque de Muchachada Nui y del grupo manchego referido con anterioridad. Para mi gusto, la empresa ha resultado relativamente exitosa, creando situaciones ocasionalmente divertidas, que no defraudará a los incondicionales de la serie de televisión si se tiene en cuenta que el formato cambia considerablemente y, aún así, se mantiene el espíritu conocido con los intérpretes, además de los citados, Carlos Chamarro (Julián), Ana Milán (Victoria), Carolina Cerezuela (Mónica), Joaquín Reyes (Richar), Marta Belenguer (Nacha), Alex O´Dogerty (Arturo), Esperanza Elipe (Marimar), Juana Cordero (Choche, la limpiadora), Silvia Wheeler (Frida) o Nacho Rubio (Juan Luis), un reparto de campanillas.