Noche de fuego viene precedida por haber ganado una serie de premios importantes, entre los que destacan Un Certain Regard en el Festival de Cannes, el Premio Forqué a Mejor Película Iberoamericana, mismo premio que cosechó en el Festival de San Sebastián. Quede claro que estamos ante una buena película, aunque no sea novedosa ni sorprendente. No hay más que echar un vistazo a la filmografía del director peruano Francisco Lombardi, concretamente al título En la boca del lobo, en la que se aborda el sufrimiento de las comunidades rurales que intentan sobrevivir entre dos fuerzas, el ejército y la guerrilla en la de Lombardi o entre el ejército nacional y los cárteles de la droga en Noche de fuego. Una pequeña comunidad malvive en la cordillera mexicana, trabajando entre la dureza de una mina cercana y la extracción de la esencia de la amapola (de la que se obtiene la heroína).
Mientras, sus sencillas y trabajosas vidas se alteran por las incursiones de unas inoperantes fuerzas del ejército y las de los cárteles en sus impresionantes coches todoterreno, proveyéndose de todo lo que necesitan, entre lo que se incluye la búsqueda de mujeres adolescentes que son raptadas para fines previsibles, lo que hace que la mayoría de las madres de niñas las corten el pelo y las vistan al modo masculino para intentar hacerlas pasar inadvertidas para los depredadores. Parece no existir una gran diferencia entre ejército y delincuentes, dispensándose un buen trato mutuo dentro de un enorme clima de corrupción general. En ese ámbito, como refleja la película de Tatiana Huezo, las comunidades vecinas intentan apoyarse y protegerse ante una violencia que hace que la vida humana no valga más que lo que vale su trabajo con las amapolas.
La historia se cuenta en dos tiempos: cuando son niñas de unos 9 años y, tras una elipsis de 13 años, cuando el peligro hacia sus vidas se hace más patente. Su vida y las relaciones con amigas, familia y profesores, aparentan una normalidad alterada, en todo momento, por el sonido de los motores de los potentes coches que se acercan. Las interpretaciones son excelentes y la fotografía de Daniela Ludlow extraordinaria, quizás demasiado bella para las situaciones que está retratando. La película no ha conseguido la nominación a Oscar a Mejor Película en Lengua Extranjera ni la nominación al Goya a la Mejor Película Iberoamericana, pero esto no le resta un ápice de interés y, aunque no sea demasiado original, sí es meritorio abordar el tema de la violencia en México, un país acuciado por ella, en una semana en la que han aparecido 16 cadáveres abandonados en una calle de Zacatecas.