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Crítica: "Licorice Pizza", por Javier Collantes

El romance y todas sus vicisitudes son expuestas en el cine de diferente formas, en sus aspectos visuales, siendo su mejor virtud trasmitir en cada golpe de escena la localización sentimental, una verdad universal en el paso del tiempo, los recuerdos y la imagen en una aspiración de él y ella. El cineasta Paul Thomas Anderson, director de grandes obras cinematográficas (Pozos de ambición, Boogie Nights, Magnolia), ofrece en sus títulos una carga de profundidad tanto por historia como por personajes, su tiempo, cine reforzado con guiones magníficos y relatos apasionantes, un creador que cabalga por los derroteros de un cine directo, sin concesiones a una galería más comercial, estilo y clase expositiva en cada encuadre, historias que dejan huella a cada instante.


Todo esto se muestra en Licorice Pizza, un relato conmovedor en cada uno de sus retablos secuenciales, un argumento que nos traslada al año 1970, momento en el que un estudiante del instituto de San Fernando, Gary, tiene el sueño de conquistar a su amor platónico, Alana, una joven unos años mayor que él. Todo cambia cuando consigue un papel en el teatro y se convierte en un actor famoso. El éxito y los efluvios de un chico normal serán el detonante para 'ver' cómo todo cambia en su vida. Bajo un argumento muy normal, en clave de comedia romántica sobre la adolescencia que rezuma cine de otros tiempos filmado en 35 mm, Paul Thomas Anderson nos entrega esta pizza de regaliz que recuerda a una gran película, Verano del 42, una esencia de homenaje a esas películas que cuentan 'cosas' sin enfatizar, sin cubrir de falsa nostalgia, auténtica en sus valores, un estamento de cine trepidante en cada gesto de sus personajes.


La notable fotografía, del propio Paul Thomas Anderson y Michael Bauman, es la luz ajustada en cada plano. Su banda sonora, sobresaliente, con temas de Nina Simone, The Doors, Chuck Berry, David Bowie... es la compensación de una bella historia con la ayuda de Jonny Greenword, una banda sonora vibrante. Su elenco de protagonistas -Alana Haim, Cooper Hoffman, Sean Penn, el gran Tom Waits, Bradley Cooper...-, ofrecen una paleta de personajes fascinantes con interpretaciones al mismo nivel. Licorice Pizza es, en definitiva, una bella historia de inicio al amor, sus cambios, sus frases, una maravillosa luminosidad de reflejos de ella y él, que cabalgan entre la inocencia y la madurez, el tiempo y la vida... Un buen final para un encuentro, un crisol de buen cine.