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Crítica: "La familia perfecta", por Paco España

Cuando vi que se estrenaba esta película, una propuesta en clave de comedia muy tópica, sobre el choque que se produce entre clases sociales diferentes, cuando dos jóvenes pertenecientes a dos familias de orígenes antagónicos se enamoran, me sorprendió que su directora fuera la bilbaína Arantxa Echevarría, a la que sigo desde su brillante trayectoria como cortometrajista con títulos como De noche y de pronto, Yo, presidenta o El último bus y su estupendo debut en el largometraje con Carmen y Lola, que le valió el Premio Goya a la Mejor Dirección Novel en 2019. En principio una propuesta vulgar dirigida por una realizadora interesante, algún prejuicio iba a caer con toda seguridad.


Con esa curiosidad me acerque a la Sala 2 de Cinesa, cuya pantalla presenta un estado deplorable, con manchas verticales de humedad en toda la parte superior de la misma. La familia perfecta comenzó, como era previsible, con todos los tópicos posibles al juntar una familia rica del Barrio de Salamanca con otra básica de Vallecas en los preparativos de la boda de sus hijos, pero, tras una hora de un nada brillante metraje, la película hace un giro argumental cuando la madre pija (Belén Rueda) y el padre vulgar (José Coronado) se hacen 'tilín' mutuamente y comienza una nueva situación romántica que yo esperaba que sirviera para llevar a la película por otros derroteros... y efectivamente lo hace.


Aunque parezca difícil, la lleva a otros mucho peores de los que venía con separaciones matrimoniales en los que cobran más importancia los papeles de los cónyuges, Gonzalo de Castro (Matar al padre), astrónomo de profesión, y Pepa Aniorte (Mi querida cofradía), conductora de autobús urbano, contando a su vez con la esperpéntica participación de Carolina Yuste, que comenzara su exitoso camino en la profesión en la mencionada Carmen y Lola, con la que ganara el Goya a Mejor Interpretación Femenina de reparto; y Jesús Vidal, de la cantera de Campeones; todo ello terminando en una cena de Nochebuena con todos los personajes disfrazados de duendes que da mucha vergüenza ajena.


En definitiva, más de dos horas de metraje para ver una película que puede ruborizar a un espectador que solamente quiera ver una buena historia interpretada por actores y actrices competentes, que lo son, y en ellos recaen los pocos momentos con un mínimo de gracia y de dinámica cinematográfica de la película, aunque el 'speech' de la conductora del bus con el conductor faltón, interpretado por Israel Elejalde, buscando un forzada reivindicación del trabajo de la mujer, está fuera de toda lógica argumental. Los títulos de crédito comienzan con un 'In memorian' en honor de Eva Arretxe, figurinista y diseñadora de vestuario de la película. Desconozco si falleció durante el rodaje y esto pudo influir negativamente en el equipo de rodaje, el caso es que, a pesar de que esta realizadora me cae muy bien, a su próxima película me acercaré de perfil, para no arriesgarme a acercarme de frente como me ha ocurrido en este caso y llevarme la hostia que me he llevado.