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Crítica: "Till death. Hasta que la muerte nos separe", por Javier Collantes

A la vez que determinados géneros cinematográficos explosionan su máximo esplendor, a su vez nos llegan, una detrás de otra, películas que explotan el mismo esquema narrativo, sin alardes nisorpresas. En un ejemplo más, significativo, corresponde el film Till death. Hasta que la muerte nos separe, un título impactante para una narrativa menor, consiguiendo la marca de simplemente menor, en el caso de que, dicho con todo el respeto, el espectador y sus expectativas sean de escasa exigencia. Simple y llanamente, puro entretenimiento bajo los esquemas del suspense y del thriller al uso desgastado.


Dicho y escrito este comentario, el relato y su argumento parten de la historia de una velada romántica de una pareja, Emma y su marido Mark. Ella rompe con una relación extra matrimonial, para después encontrar un secreto en los archivos de su marido. Ese mismo día celebran su aniversario número once de casados, con el regalo de un collar de acero para ella, más una sorpresa en una apartada casa en el lago, con una esposa esposada a su marido y un suicidio, más la aparición del amante de Emma y unos hombres en busca de 'algo'. Una premisa con sorpresa en su devenir del relato nos ofrece un film demasiado suave, lineal, con un estilo de película de sobremesa, sin la fuerza suficiente para mantener el punto culminante en su final.


Sobre una dirección endeble, y con una historia interesante pero muy explotada, con escasos golpes de efecto, la acción vengativa, muerte y persecución en la casa y el paisaje helado, no acierta en el clímax necesario para mantener el interés secuencial ni narrativo, con personajes obedeciendo al arquetipo del juego del gato y el ratón, y diálogos de clase C. Una banda sonora de repertorio y las simples interpretaciones de telefilm al uso de Megan Fox, Lili Rich y Callan Mulvey, hacen que Till death. Hasta que la muerte nos separe invite a dejarnos llevar por el collar y cortar su cadena.