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Crítica: "La crónica francesa", por Javier Collantes

Determinados directores cinematográficos entran en mundos llenos de intensidades distintas, por momentos memorables, extraños, y muy personales en su concepto de transmitir pensamientos e ideas nada comerciales. Este es el caso del cineasta Wes Anderson, una filmografía en la que recordamos títulos como Isla de perros, El gran hotel Budapest, Moonrise Kingdom o The life aquatic como films de distintos universos y formas de expresión. La crónica francesa nos ofrece una escritura de amor hacia el periodismo, ambientada en la redacción de un periódico norteamericano en una ciudad ficticia francesa del siglo XX, a través de tres historias interconectadas entre sí.


En modo de una fábula–cuento-homenaje, esta película, con cambio de formato durante su metraje, ofrece, entre el blanco y negro y el color, una paleta de color naif, casi kitsch, colores pastel, cuyas viñetas están dotadas de virtuosismo tanto en sus personajes como en su modo de contar sus experiencias. Desde una cárcel, un pintor, el arte pictórico, un secuestro, cuyas escenas de animación son un prodigio, junto a su final, con portadas de revistas al estilo de Tintín, en unos escenarios de cartón piedra, una escenografía maravillosa, sus encuadres, su simetría en el plano, una exposición delicada cuya banda sonora, junto a una dirección especial, más sus interpretes, desde Bill Murray, Tilda Swinton, Adrien Brody, Edward Norton, Frances McDormand, Timothée Chalamet, Benicio Del Toro.... una amalgama de personajes curiosos, con diálogos y frases de ingenio que recuerdan al cine de Tati, inspirado libremente en The New Yorker.


Aspectos gastronómicos, cine policíaco, el Mayo del 68, los renglones periodísticos... espacios de un manifiesto y un obituario donde las lágrimas no deben mojar las hojas de un periódico. La crónica francesa es trepidante, irregular, fantástica, llena de imaginación que, como las 'tiras' de una viñeta te muestran más en su fondo, cine de Anderson, comedia colorista que nos habla de cine clásico (en este caso) francés, con los tonos de cine estadounidense, que se aparta del cine actual, pero conserva los valores de documento fílmico tan válido en emociones, sensaciones, amor por el arte narrativo, cine provocador que no deja indiferente, poesía visual de Cine.