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Crítica: "El buen patrón", por Paco España

Nunca pensé que una propuesta del director madrileño Fernando Léon de Aranoa me iba a divertir tanto y me lo haría pasar tan bien en una sala de cine desde que, hace ya la friolera de 25 años, me sorprendiera en su deslumbrante debut con Familia, y como un excelente Juan Luis Galiardo alquilaba una serie de actores y actrices para que interpretara a una familia ficticia con la que celebrar su cumpleaños, llena de sarcasmo y mala leche. Han sido unos cuantos los títulos que nos ha regalado, unos mejores, como las siguientes Barrio y Los lunes al sol, y otras no tanto, como Amador y la más fallida Loving Pablo, pasando por las interesantes Princesas y la internacional Un día perfecto. En el caso de El buen patrón, los niveles de ironía y sarcasmo suben a cotas nunca alcanzadas en ninguna de sus películas anteriores, con la ventaja de seguir conservando una elevada dosis de critica social, esta vez desde el punto de vista de un maquiavélico opresor que dirige una fabrica de balanzas y que quiere dirigir a los seres humanos que tiene a su alrededor, haciendo creer a todos que los trata como su familia, cuando en realidad los utiliza para sus fines. Sin embargo, es un personaje del que te enamoras gracias al portentoso trabajo de Javier Bardem, del que no recuerdo otro trabajo suyo a este nivel tan alto desde Mar adentro o Madre!.


Le encontramos en toda la secuencias, pero ni sus gestos, ni su presencia, ni su cara nos hace recordar al actor, porque sólo vemos las cuestionables aristas éticas de su personaje. Mi experiencia profesional me ha llevado a conocer una fábrica con muchas similitudes con la de la película, Balanzas Blanco, por lo cual no son pocas las situaciones y los personajes que me resultan familiares. En un centro de trabajo con tantas personas siempre se entrecruzan las relaciones, que van más allá de las puramente profesionales.


Como dice habitualmente un amigo y compañero, 'Donde tengas la hoya, no metas la... (lo que no debas meter)', haciendo alusión en esta frase que es muy complicado tener en el mismo saco la fuente del salario y la fuente del placer sexual. Lidiar con situaciones así en el ámbito laboral es muy complejo, pero en la ficción resulta una materia prima de primera calidad, porque el nivel y la intensidad de los conflictos que se pueden generar dan un excelente juego. En El buen patrón vemos la especulación empresarial en primer término, donde no hay escrúpulos de ningún tipo, todo vale para conseguir los objetivos y todo ello de la mano de un encantador de serpientes de primera magnitud como Julio Blanco, un descomunal Javier Bardem, que está bien arropado por el magnífico trabajo de Manolo Solo (Sevillanas de Brooklyn); la joven prometedora Almudena Amor, que ha acrecentado mi interés en ver La abuela, película que protagoniza y que se estrena el próximo enero; Sonia Almarcha, siempre sobresaliente, incluso en papeles tan poco lucidos como el de esta película; Fernando Albizu, como arquetípico vigilante de seguridad bonachón y con sobrepeso; o el enorme Celso Bugallo (El practicante, Cenizas del cielo). Grandes intérpretes y un excelente guion hacen posible que una buena película sea también comprometida al tiempo que divertida.