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Crítica: "Adiós, idiotas", por Javier Collantes

Las películas son el designio, la realidad, la imaginación, los sueños y todo la 'infraestructura' del ser humano, grandezas y miserias, bondad y maldad, en la amalgama de la vida. En estas pocas palabras se encuentra la inmensidad de una categoría fílmica, bajo mi criterio, el cine procedente de Francia, un país que cuida, mima, este séptimo arte como un claro ejemplo de apoyar su cultura con los tonos de temas universales con su propio punto de vista. La película que nos ocupa, Adiós, idiotas, contiene muchos elementos mencionados para proyectar la diversidad poliédrica del ser humano.


Albert Dupontel, su director y coprotagonista, confiere una especie de homenaje incisivo, disfrazado de comedia (pero no al uso), que destripa la miserias de una época más pragmática de frialdad, números, burocracia y tecnología reinante. El relato, bien dirigido, nos remite a un tono de aventuras, con un humor más oscuro, cabalgando entre el drama y el existencialismo en el que el lugar, sus personajes perdidos... se debaten entre estar o desaparecer. Correctamente dirigida, su campo de acción es mucho más amplio que su apariencia.


Con ritmo vertiginoso y curioso argumento en sus espacios agridulces, nos cuenta la historia de Suze, una mujer que recibe la noticia que a sus 43 años está enferma gravemente y decide buscar a su hijo, al que se vio obligada a abandonar cuando se quedó embarazada siendo adolescente. La búsqueda administrativa le hará conocer a un funcionario depresivo, con intento de suicidio, y a un archivista ciego, personajes quijotescos, junto a un médico con Alzheimer. La investigación, con los encuentros, por hacer realidad su último deseo.


Vivir, morir... diálogos y golpes de humor maravillosos, prevalecen las emociones y la ternura en cada momento y secuencia, como la de un edificio y el unir el amor. Extraordinaria Virginie Efira, Albert Dupontel, Nicolas Marie y su homenaje a Terry Gilliam, registros interpretativos de primer nivel. Adiós, idiotas resulta un relato cinematográfico con vigor, una posición sobre el mundo y su fragilidad, personajes a la deriva, olvidados, no comprendidos, en un terreno frío de la sociedad de los números y no 'acogidos', una película de sensaciones verdaderas y una pequeña joya sin codificar.