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Crítica: "Viuda negra", por Javier Collantes

Las películas del género cómic son el resultado de una serie de títulos que, en su nutrición económica, suponen el componente de otra variación en el mundo cinematográfico. Seguidores de films tan fieles como constantes en la ilusión que se trasladan a las salas de cine en cada uno de sus estrenos, fidelidad y constancia característica de un espectador ávido de emociones en cada propuesta de este 'mundo' de héroes con poderes en sus nuevas aventuras. Cine de otra galaxia. Viuda negra es un film de aventuras, acción y superheroínas basada en el universo Marvel, en teoría un blockbuster con potencia visual. Dirigida por Cate Shortland, desde otro plano, el relato prometía mucho entretenimiento.


Su argumento nos presenta a Natasha Romanoff (Viuda negra) enfrentada a uno de los episodios personales más oscuros de su historia, cuando surge una conspiración que está relacionada con su pasado. Perseguida por una fuerza demoledora para acabar con ella y controlar el mundo, Natasha debe luchar como espía y sus relaciones destruidas que dejó atrás y solucionar todo en su amplio espectro de vida personal y, por ende, la salvación de más personas, el espacio creado con amplitud de miras, todo un reto para la viuda negra vengadora. Con una dirección tosca, una fotografía típica y ajustada al entramado secuencial más una banda sonora impostada, en estos aspectos no convence en nada.


A través de una narración con diversos altibajos y recurriendo al flashback, entre persecuciones, combates, helicópteros, aviones, saltos... Viuda negra pretende ser una película de espías, un 007, por instantes la saga de Bourne, a veces una Nikita, destaca la persecución en Budapest, pero el film roza por momentos el ridículo. Exenta de un presunto humor, no profundiza en nada, ni la historia familiar, ni las secuencias de acción del MCU, sin capacidad emocional... un tebeo de clase sin letra. Scarlet Johansson simplemente decepcionante, el resto de intérpretes pasables. Viuda negra son 132 minutos muy endebles, un #MeToo (Weinstein incluido) de baja intensidad volando al fundido en negro.