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Crítica: "Una joven prometedora", por Javier Collantes

Las vicisitudes de cada persona, las reivindicaciones, los recuerdos y tantas sensaciones de un pasado son reflejadas en el cine de manera peculiar y, muchas veces, la salpicadura, a conciencia o no, se distribuye por un hecho acontecido todavía presente en la mente. A este ejemplo, dentro de otra forma de mostrar un caso de no olvidar, se corresponde Una joven prometedora, de Emerald Fennell, una propuesta fascinante, casi hipnótica por instantes que descabeza una situación estremecedora.


Dirigida de modo directo, con estilo, aparentemente como sólo una película juvenil pero con una intensidad que se escapa a los cánones del cine comercial establecido, es impactante desde todos los ángulos. Con una fotografía de tono naiff, sus colores pastel le entregan una iluminación tan especial que se deja sentir en cada plano. Una banda sonora maravillosa, Paris Hilton incluida, acompaña a la perfección un trauma del #MeToo, una propuesta feminista entre el drama, el thriller y la comedia más oscura protagonizada por Cassie. Un desagradable incidente del pasado marca su presente y trunca su brillante futuro. Ahora tiene una doble vida y en la noche se transforma para enmendar lo que no pudo hacer en su pasado.


Una historia de venganza arrolladora, llena de tristeza, sobre algunas relaciones entre hombres y mujeres. Abuso, acoso, violación... se exponen de modo magistral por la extraordinaria Carey Mulligan. Con secuencias memorables y un final digno de la Historia del Cine, Una joven prometedora, sensible y demoledora, es un film trepidante y magnífico, que no se resquebraja y provoca chispas en el alma, una declaración de principios, un ejercicio de trazo fino sin renglones torcidos, cine vertiginoso con sentido.