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Crítica: "The Mauritanian", por Javier Collantes

El arte cinematográfico, con los acontecimientos relevantes en el mundo, siempre sabe dotar a sus historias y argumentos de peso específico: actos, hechos, realidades... en un prisma sobre notables puntos de vista de la realidad política de gobiernos y presidentes, actuaciones e intervenciones sobre otros países y seres humanos desde muchos ángulos. Cine como testigo de vidas, inocencia y culpabilidad.


The Mauritanian, un film dirigido por Kevin Macdonald con pulso en momentos determinados, nos ofrece un relato basado en hechos reales, en cierto modo un alegato sobre el Estado de derecho, en este caso en Estados Unidos, con las formas cinematográficas de drama judicial y una historia que nos conduce a un hombre llamado Mohamedou Ould Slahi, capturado por el gobierno norteamericano como culpable o colaborador en la participación de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.


Encarcelado durante años en Guantánamo, sobrevive en prisión sin ajustarse los cargos que se le imputan ni juicio alguno. Tras perder toda sombra de esperanza por demostrar su inocencia, la llegada de una abogada defensora y su asociada les permitirá enfrentarse juntos a una serie de dificultades y obstáculos para la búsqueda de la justicia. Con este argumento, el film desarrolla un engranaje de relato judicial, con instantes de gran nivel, pero se sostiene, sobre todo, gracias al reparto interpretativo.


Su baza más destacada, Jodie Foster eficaz, sufrida y sobria en la carrera por su tercer Oscar después de Acusados y El silencio de los corderos. Tahar Rahim, Shailene Woodley y Benedict Cumberbatch en su labor de actor y productor ofrecen también puntos culminantes con una magnífica puesta en escena y una notable banda sonora. Sin ser una obra maestra, The Mauritanian es interesante, cine de alta intensidad necesario de ser proyectado y visionado para la exposición de una 'foto' de otro rango.