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Crítica: "Trader Horn" (1931), por Luisma Lostal

Ayer volví a ver en DVD el clásico de aventuras africanas Trader Horn, de W. S. Van Dyke, y flipé positivamente una vez más. La película está basada en el libro del mismo nombre por el comerciante y aventurero Alfred Aloysius Horn y cuenta las aventuras de safari en África. El film, uno de los primeros del sonoro, se rodó antes del Código Hays, código que estrenó la censura en el cine. En la película, interpretada por Harry Carey, Edwina Booth, Duncan Renaldo, Mutia Omoolu y Olive Carey entre otros, aparecen desde desnudos de las nativas hasta una sexy Edwina Booth muy ligera de ropa, pasando por un claro tufillo racista de los blancos hacia los nativos negros, pero que hay que ver y comprender desde una objetiva perspectiva del tiempo de cuando fue rodada la cinta y donde 'el racismo' entonces era normal.


Llama la atención no solo el racismo del blanco hacia el negro sino también el de los propios negros 'capataces' de los safaris (Mutia Omoolu) que pegan latigazos a sus propios camaradas de raza constantemente para que anden y se muevan. Otra cosa que me llamó muchísimo la atención es cuando el explorador Aloysius 'Trader' Horn (Harry Carey) se dirige hacia un nativo llamándole 'mono'. El film, rodado íntegramente en África en 1929 como si de un safari se tratase, presenta multitud de escenas de animales en plan documental en la primera hora (hay que tener en cuenta que en 1931 los espectadores desconocían esa fauna) para desembocar en la hora final en una trama de aventuras africanas de lo más aterradoras entre salvajes caníbales y peligrosas fieras, y en la mejor tradición de la pavorosa y desconocida África de las primeras películas de Tarzán de Johnny Weissmüller.

Es más, parte del material rodado que no se usó en el montaje final, pasó a formar parte (incluido el score) de la célebre Tarzán de los monos, de 1932 y dirigida también por W.S. Van Dyke. Comentar también que a pesar del 'racismo' imperante durante el metraje es curioso observar igualmente 'la gran amistad incondicional' que se procesan Aloysius 'Trader' Horn y su guía, criado y fiel capataz Rencharo, capaz cada uno de dar la vida por el otro como se demuestra en una de las escenas más emotivas de la película. Finalmente, comentar que Trader Horn daría pie para rodar otra película sobre su rodaje por lo 'accidentado y peligroso' que fue al no tener experiencia el equipo de rodaje en escenarios naturales de la propia África. Muchos accidentes tuvieron lugar durante el rodaje: muchos técnicos, incluido el director, contrajeron la malaria; un miembro del equipo se cayó al río y fue devorado por un cocodrilo; otro murió corneado por un rinoceronte; Edwina Booth, la protagonista femenina, se infectó, probablemente, con el paludismo o la esquistosomiasis y tuvieron que pasar seis años para recuperarse por completo de ésta y otras condiciones que tuvo que soportar, y se retiró de la actuación poco después y demandó a MGM, que resolvió fuera de los tribunales.

Trader Horn fue nominada para el Oscar a la Mejor Película en 1931. Las escenas con sonido se tuvieron que redoblar en los Estudios de la Metro en Culver City porque era difícil conseguir calidad en las condiciones en que se grabaron. Trader Horn es, en cierto modo, el equivalente de las películas de selva a la famosa La diligencia para el western. Es todo un referente en donde aparecieron todos los tópicos que alimentaron las películas selváticas durante décadas. La película tiene momentos de increíble belleza, otras extremadamente duras como la masacre de porteadores por una tribu salvaje o el encuentro con la muerte en la persona de la misionera Edith Trent (Olive Carey).


Los tiempos han cambiado, la técnica cinematográfica ha evolucionado mucho desde 1931, pero Trader Horn conserva una cierta magia aunque actualmente la veamos políticamente incorrecta. Pero debemos tener en cuenta la época en que se rodó. En aquel tiempo no existía la televisión ni los documentales sobre animales salvajes y estas películas eran la única oportunidad de los espectadores de aquel tiempo de conocer África y de ver los animales que la pueblan, sus paisajes y sus gentes. En 1931 la censura del Código Hays no había hecho su aparición lo que justifica la presencia de nativas en topless y el vestido de la protagonista que en su día fue considerado inmoral. A pesar de todo, la película conserva su frescura y una cierta gracia. Un clásico del cine a redescubrir. Trader Horn, una gran película.