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Crítica: "Nieva en Benidorm", por Paco España

Para comenzar estas líneas tengo que reconocer mi falta de parcialidad y absoluta admiración por el actor londinense Timothy Spall desde que fui testigo de su trabajo en la película, dirigida en 1996 por Mike Leigh, Secretos y mentiras. Por este motivo no voy a calificar su trabajo en esta ocasión, ya que siempre me parece extraordinario. En lo que se refiere a Nieva en Benidorm, que está dirigida por la prestigiosa y reivindicativa realizadora y guionista barcelonesa Isabel Coixet, comienza de manera muy interesante, mostrándonos a un veterano empleado de banca enfrentándose a una injusta situación hipotecaria en la que, según sus propias palabras, 'tengo que quitar el dinero a los que lo necesitan para dárselo a quien no lo necesita'.


Esta sensibilidad por la injusticia social le lleva inexorablemente a ser despedido (prejubilado), quedándose solo y sin expectativas vitales, situación que aprovecha para visitar a su hermano en Benidorm. Tras su llegada a la ciudad alicantina comienzan a torcerse las cosas en la trama y en la película: en la trama porque no tiene forma de encontrar a su hermano, y en la película porque su guionista y directora entra en su habitual ensimismamiento, lo que produce que los personajes hablen, se muevan y se relacionen por unas motivaciones que no se entienden claramente y haga que la duración se prolongue innecesariamente hasta los incomprensibles 120 minutos.


Destaca el trabajo de Sarita Choudhury, actriz británica de ascendencia india bengalí que se dio a conocer en 1991 cuando protagonizó, junto a Denzel Washington, la película Mississippi Masala, de Mira Nair, y que establece una curiosa relación romántica con el protagonista. Este personaje, actriz de un espectáculo de burlesque, protagoniza la curiosa secuencia del collar, que parece una concesión a la productora El Deseo, de los hermanos Almodóvar. No destaca igual Carmen Machi, más preocupada por decir correctamente su texto en inglés que por hacerlo verosímil. También aparecen Pedro Casablanc protagonizando un rocambolesco giro argumental y una silente Ana Torrent.


Lejos quedan los mejores momentos de la realizadora catalana en los que dirigió Mi vida sin mi, Cosas que nunca te dije y La vida secreta de las palabras, ya que últimamente es Aprendiendo a conducir una de las que más me ha interesado, quizás por sus dos protagonistas, Ben Kingsley y Patricia Clarkson, porque su película más (sobre)valorada últimamente, incluso ganadora del premio Goya, La librería, es poseedora de una estética británica muy atractiva y de buenas interpretaciones, pero contiene errores impropios de una realizadora con tanta experiencia.