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Crítica: "2020", por Paco España

Este documental ha ganado una Mención Especial del Jurado y el Premio del Público en el reciente Festival de Cine Iberoamericano de Huelva que pudo verse en Filmin. El confinamiento que nos tuvo recluidos en nuestros domicilios durante casi dos meses fue muy duro, pero más duro fue para los que no pudieron recluirse en los suyos, bien porque eran enfermos o porque sus trabajos eran esenciales para la sociedad. De ambos se nutre su director, Hernán Zin, que se centra en el periodo de confinamiento, parte del estado de alarma que tuvo lugar entre el trece de marzo y el tres de mayo del año 2020, no en la pandemia, porque ésta aún sigue viva y desconocemos durante cuanto tiempo y las consecuencias finales que podrá traer.


Hernán Zin es un director comprometido con diversos temas sociales como pudimos comprobar en sus anteriores trabajos: La guerra contra las mujeres, Nacido en Gaza, Nacido en Siria, Morir para contar o Lucha de gigantes. En esta caso, 2020, según su propio director 'el trabajo más difícil hasta el momento', nos muestra los puntos neurálgicos de la pandemia durante el confinamiento, vertebrado a través del proceso de la enfermedad que atravesó Julio Lumbreras, que pasó 57 largos días en la UCI, algunos de ellos desahuciado por los propio médicos, como también se puede comprobar en el cortometraje 57 días, dirigido por su hijo Mario Lumbreras y del que el propio Zin es productor ejecutivo. Este documental nos muestra imágenes más duras que las que nos pueden mostrar los informativos televisivos, nos introduce más profundamente en las dramáticas situaciones que mucha gente parece desconocer o le importa muy poco, a juzgar por su comportamiento social.


Pero no solo conocemos al enfermo y su proceso, también vemos el trabajo y la ansiedad de los facultativos que ponen su trabajo, profesionalidad y parte de su vida privada a disposición de los enfermos, el de los conductores de ambulancias en el traslado constante de los cadáveres de las residencias geriátricas, el de los policías en los controles, el de los trabajadores de morgues y funerarias... resultando estremecedor el testimonio de un enterrador que afirma que esta enfermedad acaba rápidamente con el enfermo, sin consumirle, y eso hace que el ataúd, en muchos casos, sea muy pesado y, teniendo en cuenta que pueden ser unos sesenta enterramientos diarios, termina la jornada con un agotamiento absoluto. Me quedo sin palabras.