Esta miniserie consta de seis capítulos cercanos a la hora de duración. Desde el comienzo del primero de ellos introduce al espectador en una furgona de la Policía Nacional que se encarga del transporte de una unidad de antidisturbios. En esta primera misión conocemos a los integrantes de la unidad, todos hombres. Vemos su forma de trabajar en un alzamiento o desalojo de un piso embargado, situado en una corrala de aspecto muy humilde, y que va a desencadenar el trágico suceso que será el leitmotiv argumental en el resto de la ficción.
Desde el primer minuto, los espectadores nos encontramos en medio de la vorágine que supone dicho desalojo, los planos secuencia, la cámara al hombro, la utilización del gran angular de cámara, técnicas propias del documental... no son precisamente cómodos para observar la acción, pero sí crean una absoluta sensación de estar en medio de ella. En esa primera secuencia, el movimiento de los personajes es constante: policías, funcionarios, desalojados, plataformas anti-desahucios, grupos de inmigrantes que malviven en la corrala -cuya intervención va a ser determinante en los acontecimientos-... todos en constante movimiento y en actitudes frecuentemente violentas en el cuerpo a cuerpo, como suelen ser estas intervenciones policiales.
Además hay que tener en cuenta que durante el rodaje hay varias cámaras y un equipo de sonido rodando en el set, teniendo en cuenta que el gran angular abre mucho el plano y no puede aparecer ningún elemento ajeno a la propia acción que desbarate su credibilidad. Me fijé con detenimiento si aparecía algún micrófono u otro elemento técnico, o si el enfrentamiento físico de los personajes bajaba de intensidad, dejando ver que esto se trata de una ficción, pero nada de esto ocurrió y me di cuenta que estaba ante un producto de gran calidad, juicio que se vio incrementado con el paso de los episodios donde se puede apreciar la calidad de un guión complejo y el gran trabajo de todos los intérpretes sin excepción, encabezados por Vicky Luengo (serie Madres) y por el también director Raúl Arévalo en su mejor trabajo, hasta el momento, delante de la cámara.
Antidisturbios ha tenido detractores tanto entre las fuerzas de seguridad del Estado como entre grupos sociales antagónicos a éstas, generando controversia social, lo que en principio es una virtud, tal y como ocurre con otra serie de gran calidad de la que hablaremos próximamente titulada Patria. Cuando una ficción no deja contento a nadie, y su calidad está fuera de toda duda, suele ser una de sus mejores credenciales. Los antecedentes de esta serie los encontramos en la película El Reino. De nuevo, sus guionistas profundizan en la corrupción política, judicial y policial que se ve personificada por el personaje llamado Revilla, interpretado por el actor Paco Revilla -también en el reparto de El Reino como otros muchos de los intérpretes de Antidisturbios-, que no por casualidad su nombre termina con las mismas letras con las que comienza el nombre de un conocido inquilino de la cárcel de Estremera llamado Villarejo.
El sólido guión viene firmado por un tándem que está creando parte de las ficciones españoles más interesantes de los últimos años: el propio director Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, de cuyas plumas has salido los guiones de la citada El Reino, Que dios nos perdone, Madre (largometraje) y Stockholm. En el terreno actoral no puedo dejar de mencionar espléndidos trabajos, además de los citados con anterioridad, como Hovik Keuchkerian (4 latas), Roberto Álamo (La gran familia española), Alex García (Si yo fuera rico), Patrick Criado (La línea invisible) y Raúl Prieto (Que Dios nos perdone) interpretando al resto del grupo de antidisturbios, que crean un mapa humano y policial de enorme verosimilitud, desde los jóvenes violentos y con escasa templanza, pasado por los experimentados que se mueven por malolientes alcantarillas del cuerpo, hasta los veteranos, seres humanos gastados y deprimidos por años de inmersión en ellas.
Todos ellos conviven con una violencia que impregna sus actos y sus propias vidas. Esta violencia se ve claramente en cada conversación entre ellos o del grupo, que suponen focos de gran tensión, al que sólo les falta una pequeña chispa para estallar por los aires. Sin olvidarme de Tomás del Estal (El hombre de las mil caras) como el pusilánime inspector de asuntos internos. Antidisturbios, que puede verse desde octubre en Movistar+, es un nuevo ejemplo de la calidad que puede alcanzar la ficción española, que no desmerece los mejores ejemplos de la filmografía francesa, que tradicionalmente trata muy bien estos temas, como es el caso del director y ex policía galo Olivier Marchal con títulos como Los lioneses (Les Lyonnais) o la serie Braquo.