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Crítica: "Regreso a Hope Gap", por Javier Collantes

Las temáticas en el cine sobre romances, separaciones y reencuentros en el ámbito de las relaciones sentimentales en la pareja continúan siendo objeto de las más diversas facetas, con respecto a la influencia comercial y artística de estos argumentos, que la cinematografía nos entrega en cada película de este género. Amor y desamor en historias que, casi siempre, obtienen éxito inmediato.


Regreso a Hope Gap se corresponde a dichos factores que nos conducen al drama, el amor y su ruptura. Dirigido con acierto por William Nicholson, el film compone una amarga historia de separación, con la esencia en sus diálogos de frases casi lapidarias sobre la vida, los sentimientos y el desgaste en una relación de pareja. Edward toma la decisión de dejar a su mujer, Grace, tras 29 años de matrimonio.


Desde este momento culminante, cada uno buscará rehacer sus vidas en un pueblo costero británico cercano a los acantilados de Hope Gap. La aparición de su hijo será un nuevo elemento en medio de esta ruptura matrimonial fotografiada e iluminada de manera adecuada por Anna Valdez-Hanks, tonos limpios en cada encuadre para dignificar sin resortes que desentonen lugares físicos y personales.


Su perceptible y por instantes majestuosa banda sonora, recompuesta en sus acordes por Alex Heffes, acompasa lo necesario. En lo interpretativo, la presencia y las miradas de la maravillosa Annette Bening, en cada secuencia, resplandecen con sus palabras, como poetisa, un personaje que cabalga sobre el dolor, marcado por la religiosidad entre pensamientos definitivos y nuevos sentidos vitales.


Le acompaña en el elenco el asombroso Bill Nighy se aleja del histrionismo de muchos de sus papeles y muestra otra cara que convence y emociona. La sorprendente Aiysha Hart demuestra virtudes de notable intérprete en los momentos clave de Regreso a Hope Gap, un notable film realista, triste pero con un aliento esperanzador, un devastador relato de un matrimonio que suelta sus verdades.