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Crítica: "Tommaso", por Javier Collantes

A veces las palabras son ajustadas con las imágenes, como perfecto encaje de las intenciones de un autor que describe confesiones, vivencias, recuerdos y demás elementos que conforman una obra (en este caso) cinematográfica. Hablar del cineasta Abel Ferrara es entrar en otros mundos, otras sensaciones, obras fílmicas que, en mi opinión, se encuentran llenas de magia y sinceridad, audaces y brutales, siempre elegantes y excelentes películas, de momento más de 20 títulos como Teniente corrupto, El funeral, The addiction, New Rose Hotel, Pasolini... Ferrara se muestra tal cual en cada uno de sus films, contundentes, sin concesiones y profundamente humanistas.


Ahora nos llega Tommaso, una película que nos relata la vida en Roma de un artista norteamericano que vive con dudas, ensoñaciones, paranoia, sentimientos encontrados... y en lucha por el amor a su mujer, con la que tiene una niña de cuatro años. A modo de confesión, en cada tramo del film se retrata la vida interior del propio Ferrara: la ruptura con su esposa y su descontrolada forma de encontrar la 'solución'. Tommaso no solamente es una autobiografía íntima de sus más poderosas razones de amor, es una reflexión de una persona atormentada, creativa, visceral y posesiva, y también el análisis de su vida, alcohol, sexo, relajación y terapia, todo ello en un primer plano.


Tommaso es un film extraordinario, diferente, que te atrapa en sus gestos y miradas, una manera de hacer cine que nos conduce a lugares interiores, cavernas de un ser honesto a lo largo de un ritmo narrativo fascinante en las manos de un personaje cuyos diálogos plasman pensamientos por momentos incómodos, una difícil pero valiente exigencia en su disposición a la confrontación propia y ajena, numerosas situaciones sembradas tanto para increpar a la comodidad como para aprender la ternura, una senda propia del análisis conductual plasmado en el ejercicio del yoga cinematográfico, terapia de exposición que marca el camino de vuelta a la reflexión personal.


Al margen de una banda sonora acorde con la historia, la genialidad de Willem Dafoe se convierte en el sustento de la película, su clase a la hora de interpretar a un personaje entregándolo todo, él es la película, una lección magistral por parte de de un actor de otra categoría, absolutamente magistral. Anna Ferrara, Cristina Chiriac, convincentes, extraordinarias, madre e hija de Ferrara en el reparto, tanta autenticidad que emociona, no hacen falta palabras. Ferrara firma, en primera persona, una película enérgica cuyo final, en dos secuencias, resulta inolvidable. De hoy para mañana y siempre, por méritos propios, Tommaso se posiciona por las calles de la ciudad eterna.