Finalizando con el recorrido por la recuperación de la experiencia cinéfila como actividad cultural, lúdica y de evasión, recurso y escenario cinematográfico, o elemento socializador, cierro mi trilogía de favoritos dentro de este contexto con Amor a quemarropa (1993), dirigida por mi añorado Tony Scott y con guión de Quentin Tarantino.
Sus dos protagonistas, Clarence Worley (Christian Slater) y Alabama Whitman (Patricia Arquette), se conocen en una sala de cine viendo un film de Sonny Chiba del que Clarence es un ferviente fan y explica a Alabama, mientras ella fuma un cigarrillo (que cosas más extrañas hacen los estadounidenses ¿verdad?), algunas de las claves sobre este tipo de films.
De Kung-Fu para ser más exacto y, terminando su sesión cinematográfica, un buen destino es tomarse un trozo de pastel y hablar de ella. Sin lugar a dudas, mientras la situación y las condiciones lo permitan, los cines son un buen lugar al que podemos retornar periódicamente para volver a vivir las mil y una sensaciones que nos transmiten.