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Crítica: "Un plan irresistible", por Javier Collantes

El cine político, social, serio y visceral respecto a temas que se encuentran en la sociedad permite otorgar otra visión del denominado 'estado de las cosas'. Política, partidos, asociaciones y demás continúan siendo objeto de ángulos fílmicos en trayectorias que proyectan la visión generalizada de una realidad, pensada por parte de muchos ciudadanos, como acto artístico.


El film que nos ocupa, Un plan irresistible, título sugerente y utilizado como arma arrojadiza que entiende cualquier persona, no es un atraco, no hay furgones ni persecuciones, es una comedia satírica estupenda que, con el valor del dinero sobrevolando continuamente, nos relata, con acierto, la estrategia de un asesor principal y estratega del Comité Nacional Demócrata.


Ante la aparición de unas imágenes de un coronel de la Marina hablando de la justicia social y los derechos de los trabajadores sin papeles, el personaje en cuestión cree haber encontrado la clave tanto para ganarse el favor de los ciudadanos de los USA como para un contraataque a los republicanos, lo que le lleva a viajar a un pueblo de la Norteamérica rural.


En su periplo para fichar al coronel como candidato en un pueblo de Wisconsin, el relato cinematográfico encuentra la ironía entre los partidos políticos. Un plan irresistible, dirigida con acierto y pulso firme, suma, además, las grandes interpretaciones de todo el reparto, en especial el gran Steve Carell, el prodigio de Chris Cooper y la reivindicable Rose Byrne.


Como película, en condiciones políticas, Un plan irresistible trata de manera mordaz y llena de humor las matemáticas electorales, las estrategias del poder, el presunto bien común como lucro particular, las corporaciones y los medios de comunicación... un film muy digno que supera a su teoría narrativa, un McGuffin relevante para una campaña satírica de alto nivel.