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Crítica: "La reina de los lagartos", por Paco España

Del 30 de abril al 10 de mayo se celebra el Festival D’A Cinema de Autor de Barcelona, pero, dadas las especiales circunstancias de alarma sanitaria por las que estamos atravesando, la edición de este año de celebra 'on line', concretamente a través de la plataforma Filmin en la que sus suscriptores pueden acceder al visionado de los títulos programados, incluida la retrospectiva de la realizadora austriaca Jessica Hausner, de la que se ha podido ver su último e interesante trabajo Little Joe, nueva revisión, con un especialísimo diseño visual y heterogénea banda sonora, del clásico de Don Siegel, La invasión de los ladrones de cuerpos.


En esta misma edición se puede ver una rareza española titulada La reina de los lagartos, dirigida por Burnin’Percebes, nombre bajo el que se encuentran los realizadores Fernando Martínez y Juan González. La película nos sitúa en la actualidad, donde vemos a una pareja joven que vive con una niña pequeña, fruto de una relación anterior de ella, interpretada por Bruna Cusí (Hogar, Verano 1993), y en la que él es un príncipe de los lagartos que ha venido del espacio exterior adquiriendo la forma humana, todo lo humana que puede ser la de Javier Botet (REC, Ventajas de viajar en tren), actor que lo interpreta, con la desmadejada misión de perpetuar su especia en el planeta tierra. Con esta breve descripción del argumento se puede adivinar lo poco convencional que es la película, pero si a eso añadimos que está rodada con película Kodak de 8 mm, en toma única, con su clásico formato setentero, cuadrado, con las esquinas redondeadas y con los típicos defectos de la película, su poca convencionalidad se agudiza aún más.


A pesar de todas estas características, el espectador se introduce en los altibajos de la relación de los dos personajes principales, que son los mismos que los de cualquier pareja de características terrestres, excelentemente interpretados por Cusí y Botet, que añaden a su trabajo una deriva cómica realmente divertida para el que quiera despojarse de sus prejuicios y se deje llevar por su estética y argumento. Pero si esto no ocurre, su estupefacción solamente durará los escasos 63 minutos de la película, aunque es muy posible que las imágenes de esta propuesta permanezcan en la retina un tiempo considerable.