Adú es un niño camerunés que viaja desde su país, primero con su hermana y después con un joven que hace las veces de la primera, hasta Melilla, lugar anhelado que significa el fin de trágico viaje y la llegada a la 'tierra de la prosperidad'. La película está narrada a través de historias paralelas, la del propio Adú y su viaje; la de un español que está en la lucha contra el sacrificio de elefantes en Camerún, que ha tenido problemas fiscales en España y para quien el entendimiento con su hija adolescente es muy precario; y el de un grupo de la Guardia Civil española encargado de vigilar la valla de Melilla y que se ve metido en un problema por la muerte de un emigrante en mitad de un cruce multitudinario de la misma.
Podrían ser tres películas independientes, porque la unión entre las tres historias es argumentalmente finísima, una bicicleta en un caso y el rescate en Melilla en el otro y además son elementos que se han puesto allí con la finalidad de unir las historias, pero se nota demasiado y no resultan verosímiles en absoluto. La película no ofende porque técnicamente es aceptable, aunque abusa de los planos desde drones para mostrarnos los paisajes africanos, pero tanto la estructura de la película como la forma de narrarla son absolutamente desapegadas, recuerda en muchos aspectos al anterior largometraje de su director, 1898: Los últimos de Filipinas, produce un distanciamiento nada útil, ya que la historia necesita una empatía de la que el espectador se aleja por la forma en estar contada.
Gracias al trabajo actoral se mantiene el tono, ya que son las secuencias en las que hay un enfrentamiento verbal entre personajes, las que mantienen el interés de una película que se aguanta a duras penas. La que tiene Luis Tosar con el personaje de su hija, interpretado por Anna Castillo, que está demostrando, que a pesar de su juventud, atesora la experiencia y calidad necesarias para hacer trabajos destacables. La que tiene ésta misma con Nora Navas, la doctora, y la que tiene Álvaro Cervantes, uno de los guardias civiles, con Ana Wagener, la abogada de los emigrantes.
Muchas alforjas para tan poco viaje. Además, la resolución final de la película resulta ridícula en la intención de mostrar un dramatismo, creado artificialmente, con la intención de impactar al espectador, pero al que se le ven las costuras por todos los lados. Su director, Salvador Calvo, es habitual en producciones para televisión, pero firmó recientemente una pequeña joya en forma de cortometraje, titulado Maras, nominado al mejor trabajo de ficción en la pasada edición de los Goya, sobre la ultraviolencia de las mafias salvadoreñas, que está filmada con pulso y acierto.
Este fin de semana también llegó a la cartelera una película de los otrora responsables de la interesante El mundo es nuestro. Para toda la muerte es una deplorable película, que pretende ser una sátira social pero sólo es una sucesión de gags sin gracia que únicamente produce vergüenza ajena en sus exiguos 75 minutos. Una pena que este tipo de productos llegue a la cartelera, cuyo único fin es hacer perder el tiempo y el dinero de sus espectadores. ¿Conocerá alguno de sus creadores la película Arcadia (2005) de Costa-Gavras en la que se aborda un tema semejante desde un punto de vista tremendamente corrosivo?. No creo que la conozcan, ni tampoco saben identificar una película que debiera ser relegada al fondo del cajón para que nunca asomara por las pantalla de cine, como es el caso.