En lo que se refiere al cine que nos llega del país cuyo presidente tiene nombre de personaje de Disney, la película que más impacto me ha producido, y reconociendo mi falta de originalidad en la elección, es Joker, de un sorprendente Todd Phillips, responsable de la saga de los resacones. Una película extraordinaria, que indaga los rincones mas recónditos de la perturbada (o no) psicología humana, tan extraordinaria como su protagonista, el inmenso Joaquin Phoenix.
De esta misma procedencia destacaría El vicio del poder, de Adam Mckay, hablando de otra mente perturbada (o no), la del siniestro vicepresidente norteamericano Dick Cheney, una espléndida radiografía de la deriva social de aquel país, con otro gran trabajo de Christian Bale. Además de Mula, de Clint Eastwood, volviendo sobre sus mismos temas con la maestría de siempre, y Érase una vez en Hollywood, un reencuentro con el mejor Tarantino de los últimos años.
En cuanto al cine europeo me ha sorprendido Los hermanos Sisters, un western atípico dirigido por el francés Jacques Audiard, rodado parcialmente en Navarra y en el que nos encontramos de nuevo a Joaquin Phoenix, además de Johyn C. Reilly y Jake Gyllenhaal al frente de grandes trabajos. Me ha sobrecogido la noruega Utoya, 22 de julio, de Eric Poppe, recreando la masacre en tiempo real en la isla del mismo nombre, poseedora de imágenes que se adhieren al pensamiento de manera presumiblemente indeleble. Me ha interesado A la vuelta de la esquina, del alemán Thomas Stuber, que sabe describir con delicadeza y maestría a unos personajes vulnerables y un entorno laboral de manera extraordinariamente fidedigna.
En cuanto al cine latinoamericano, me han interesado la película paraguaya Las herederas, de Marcelo Martinessi, un magnífico retrato femenino realizado desde una calma que quiere ocultar los torbellinos sentimentales y morales interiores; la argentina La odisea de los Giles, de Sebastián Borensztein, una película humana, divertida y muy bien interpretado que me he hecho pasar los mejores momentos frente a una pantalla de cine este año; y la colombiano-danesa-mexicana Pájaros de verano, de Ciro Guerra y Cristina Gallego, una de las propuestas mas sorprendentes del año, una fusión entre las historias de narcotraficantes y el realismo mágico de las antiguas tradiciones que suele verse por estas latitudes.
Pero en cuanto al cine internacional, y lo que se refiere a películas sorprendentes, sin lugar a dudas, la palma se la lleva Parásitos, la película coreana de Bong Joon-Ho, un director con una trayectoria muy interesante y que sabe diseccionar, de manera tan poco sutil como altamente efectiva, la podredumbre de una sociedad avanzada, desde los estratos mas bajos a los mas altos.
En cuanto al cine español, la mirada hacia los encarcelados voluntarios de la guerra civil y el postfranquismo en La trinchera infinita, de Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi, con los estupendos trabajos Antonio de la Torre y Belén Cuesta, me parece lo más destacado, aunque trabajos como Lo que arde, de Oliver Laxe, con su ritmo especial y su belleza desbordada, y el preciso western andaluz Intemperie, de Benito Zambrano, son muy destacables, lo mismo que títulos como La hija de un ladrón, de Belén Funes, y su visión de la entereza de una persona vilipendiada social y familiarmente.
También destaco la fantástica visión social de El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia; el rencuentro del mejor cine de Daniel Sánchez-Arévalo en Diecisiete... sin olvidarnos del estupendo trabajo Adiós, de Paco Cabezas, ni de la joya animada Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó Busom. Siempre hay buenas películas que se quedan en el tintero como la eterna El irlandés, de Martin Scorsese, o la desconcertante Madre, de Rodrigo Sorogoyen, que merecerían análisis detallados, pero el espacio es limitado. Sobre las películas fallidas o decepcionantes, que las hay y son numerosas, prefiero que el polvo del tiempo se deposite sobre ellas y decida las que son merecedoras de la inmortalidad y las que no.