Carlos Iglesias, dejando aparte la gran popularidad que adquirió en el papel de Benito en la inolvidable serie Manos a la obra, es un realizador con indudable talento. Ya lo demostró con la estupenda Un franco, 14 pesetas, con la que no pudo ganar el Goya a la Mejor Dirección Novel porque se encontró ese mismo año con Daniel Sánchez Arévalo y su Azuloscurocasinegro. Tras su primera película, una historia biográfica personal llena de sentimiento y nostalgia, llegó Ispansi (¡Españoles!), sobre los niños españoles que partieron hacia Rusia al comienzo de la guerra civil, una película con mejores intenciones que resultados. Tras ésta llegó la segunda parte de su ópera prima, Dos francos, 40 pesetas, en la que intentó dar una vuelta de tuerca a los personajes de su predecesora con poco acierto.
Ahora nos llega su último trabajo hasta la fecha, La suite nupcial, que adapta una obra de teatro escrita y representada por el propio Iglesias, con Eloisa Vargas, su cónyuge en la vida real, y Ana Arias, liberada ahora de su papel de 'Paquita' en la serie Cuéntame, y la estupenda actriz Ana Fernández (Solas, Hable con ella). La suite nupcial pretende ser una comedia, pero sus gags humorísticos son tan escasos como previsibles, carece del ritmo adecuado tan importante en el género, la idea que pretende desarrollar da para un cortometraje de no más de diez minutos y la química entre los dos personajes principales Carlos Iglesias y Ana Arias brilla por su ausencia.
Las apariciones de José Mota haciendo de José Mota no ayudan a elevar el interés por una trama anquilosada, que no sabe o no puede salir de la simple anécdota que justifica la película y que se queda trabada en situaciones en las que no avanza durante largos minutos. También vemos a Santiago Segura en un breve cameo sin frase, con la única finalidad de aparecer en los títulos de crédito. Solamente hay una secuencia que tiene un interés real y una factura aceptable, que es la que protagonizan Carlos Iglesias y Ana Fernández en la que hablan de su desgastada relación matrimonial y de la ausencia de lujuria en la misma, hace muchos años desaparecida en combate. Solamente en la profundidad de esos momentos se pierde de vista que somos espectadores de una película poco brillante. Como decía al principio, Carlos Iglesias es un director con talento que en esta ocasión no ha podido demostrar, esperemos que en la próxima sí lo pueda hacer.