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"¡Qué bello es vivir!, una película de Navidad", por Javier Collantes

En el cine siempre hubo películas que pasan a la Historia del séptimo arte, films que traspasan las propias fechas, los tiempos, las denominadas historias de sentimientos bien entendidos, las películas casi 'inmortales' en la memoria colectiva del espectador. Una de mis películas favoritas de Navidad que muchas otras personas han visto y seguirán viendo, sintiendo, es ¡Qué bello es vivir¡, una película que permanece en la memoria, el recuerdo, un relato auténtico y tradicional de estas fiestas.


De modo inconmensurable, tenaz, emotiva, esta dulzura de vivir, con el sentido navideño, Frank Capra dirigió una estampa navideña, con tristeza, esperanza y solidaridad, un film de 1946 que, con un reparto majestuoso -James Stewart, Lionel Barrymore, Donna Reed- en unas interpretaciones tan extraordinarias, humanas, entrañables, con ese toque especial que recrea unas fiestas, una situación, en un guion sublime, una película que todavía se proyecta en algunas salas de cine por Navidad y de forma habitual en televisión quiere decir mucho.


Un sencillo ciudadano mantiene a flote un pequeño banco familiar, a pesar de un avasallador magnate que intenta arruinarle. Nochebuena, 1945. Sacudido por una desesperación sin paliativos, el hombre sencillo intenta suicidarse, suicidio que desea consumar ante la desaparición de mucho dinero. ¡Qué bello es vivir!, un film que va más allá, un clásico, una fábula, un cuento de navidad y una lección de cine con sentimiento, y, guste o no la Navidad y su moralina, sin la película la Navidad no sería igual.