Más allá de los atisbos de un género como el policíaco, entre engaños y timos combinados con cierto humor, acción y violencia, películas de aparente cine de consumo esconden, entre sus añadidos finales, elementos de denuncia social. Con el trazo teórico de Estafadoras de Wall Street nos preguntamos, ya que conserva cierto espíritu de dichos títulos, si estamos viendo una lejana idea de Uno de los nuestros, El lobo de Wall Street, Showgirls... Con el latiguillo de 'basado en hechos reales', el argumento se presenta interesante al menos en un principio.
Una chica comienza a trabajar de stripper en Nueva York. En principio no se encuentra entusiasmada con dicho trabajo, pero la amistad con algunas compañeras y el dinero que obtiene le convencen para continuar en el empleo. Con el inicio de la recesión económica en 2008, los empleados de Wall Street no se pueden permitir gastar dinero en strippers. Tiempos difíciles, soluciones complicadas: hurtar dinero drogando a los clientes. Una periodista del New York Magazine comienza a investigar y el peligro se acerca a su futuro. El arranque aceptable y el número musical de una Jennifer López espectacular dan paso a un entramado argumental que se diluye pareciéndose por momentos a un telefilm de sobremesa.
En clave de drama criminal y con notable tono feminista (la excepción salvable del espectáculo), la venganza hacia el sistema, con los condicionantes de la necesidad, se nos atoja endeble y sin estilo en la forma de narrar. A través de flashback y alguna secuencia pasable, el resultado de la película es muy flojo. Entre un reparto, por lo general, pasable, destaca la interpretación de Jennifer López, con instantes muy dignos en su registro. Estadadoras de Wall Street, cine de escasa intensidad, se desliza sin equilibrio en su ejercicio de pole dance.