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Crítica: "Día de lluvia en Nueva York", por Javier Collantes

El cine denominado de autor, referido al director con otro tipo de personalidad cinematográfica cuyas propuestas tienen un particular punto de vista con constantes repetitivas (en el mejor sentido de la palabra), proyecta un nuevo ejemplo con la llegada del último film de un creador genial que ofrece siempre, en mayor o menor medida y con su personal forma de rodar, asombrosas y obsesivas películas con homenajes propios a otras películas y/o directores.


Así, de modo puntual, nos llega el último trabajo de Woody Allen, que, con 83 años, continúa rodando. Día de lluvia en Nueva York, con su ciudad de nuevo como refugio, es su film número 50 y, como siempre, una bocanada de aire fresco en este arte del cine cuyas obras, que cuentan con fieles espectadores, se han caracterizado por estar protagonizadas por su alter ego y por romper la presunta intelectualidad rozando el existencialismo de manual con sus reflexiones llenas de ironía, sarcasmo e inteligencia emocional.


Una joven pareja se conoce en la universidad y se propone pasar un fin de semana romántico en Nueva York. Pero las vicisitudes de esos días y la lluvia les cambiarán, hasta su separación a raíz de una entrevista a un director de cine para un periódico de la universidad y unos encuentros circunstanciales que otorgarán a la pareja un sentido a la identidad de cada uno. Cine romántico, tierno, con humor y aventura, el relato, siendo más modesto pero con unos excelentes diálogos, resulta una comedia deliciosa.


Secuencias magistrales con su movimiento de cámara, iluminación sobresaliente por el gran Vittorio Storaro y unas interpretaciones maravillosas por parte de Timothée Chalamet, Selena Gómez, Elle Fanning, Diego Luna, Liev Schreiber, Jude Law... en esto Woody Allen sigue siendo un maestro, capaz de sacar de cada actor y actriz lo mejor de si mism@s para engrandecer cada interpretación. Día de lluvia en Nueva York es una preciosa melodía empapada de buen cine...