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Crítica: "Elisa y Marcela", por Paco España

Junio ha sido el mes del estreno de esta película en la plataforma Netflix, que una vez más hace gala de proporcionar libertad creativa a los responsables de sus productos. Como ya ocurriera con Roma, de Alfonso Cuarón, se trata de una realización en blanco y negro, esta vez sobre la romántica historia de dos mujeres, que tuvo lugar en Galicia, a finales del siglo XIX. No parece, en principio, que sea una propuesta que busque el rendimiento comercial, ni por su forma, ni por su fondo, pero aquí la tenemos.


Isabel Coixet es una 'vaca sagrada', dicho esto en la acepción más noble del término, de la realización cinematográfica española, como ya lo fueran, en su momento, Patricia Ferreira o Pilar Miró. Una realizadora multifacética e irregular, con trabajos de ficción, documentales, cortos, largos, publicidad... Desde unos comienzos brillantes, con Cosas que nunca te dije y A los que aman, logra llegar a las más altas cotas de calidad con sus siguientes trabajos, Mi vida sin mi y La vida secreta de las palabras; tras los cuales entra en propuestas mediocres o sencillamente malas, como Elegy, Mapas de los sonidos de Tokio o Ayer no termina nunca, título este que al que suscribe se le hizo realmente interminable; volviendo a remontar el vuelo con la sencilla Aprendiendo a conducir y la notable Nadie quiere la noche, para terminar con la sobrevalorada La librería, ganadora del Goya, que a su impecable realización formal y brillantes interpretaciones se le opone un guión con lagunas y una dirección carente de pulso y personalidad.


Ahora nos llega Elisa y Marcela, una historia de amor entre dos mujeres en una época en la que ejercitar la libertad de la opción sexual era algo intolerable y cercano a lo demoníaco. Una época en la que el simple hecho de la lectura, en la mujer, se observaba como una actividad libertina y subversiva, es inimaginable pensar lo que suponía que una mujer se enamorara de otra. Como se dice en la película, 'tienes que encontrar un marido antes de que te hinchen la barriga'. Esta frase tiene un significado terrible porque viene a decir que la presencia de un marido, podía evitar que un vecino, lugareño o un familiar, violara a la mujer, dejándola embarazada, algo que se veía con ciertas dosis de normalidad, como refleja el papel interpretado por Francesc Orella, protagonista de la magnífica serie de televisión Merlí.


Las actrices protagonistas realizan un notable y expuesto trabajo. Natalia de Molina (Vivir es fácil con los ojos cerrados, Techo y comida, Quien te cantará) y Greta Fernández (La enfermedad del domingo, La próxima piel), esta última con una proyección y un futuro más que prometedores. La primera mitad de la película, en la que se produce el acercamiento y el enamoramiento de las dos mujeres, tiene un carácter poético y enormemente humano, aunque carente de cualquier tipo de conflicto personal en ellas, es donde parece que la directora se encuentra más cómoda, pero en la segunda mitad, cuando refleja el entorno social donde viven las dos mujeres, es mucho menos atinado, sobre todo cuando deciden que una de ellas se haga pasar por el marido de la otra, como ocurriera en la película de Rodrigo García Albert Nobbs, protagonizada por Glenn Close. Una situación que parece ridícula, por inverosímil al suceder en la misma aldea, pensado que los lugareños no se van a dar cuenta de la suplantación.


El rechazo social y la incomprensión las obliga a cruzar la frontera portuguesa, donde encuentran toda la compresión que se le niega en Galicia, sobre todo por el personaje del alcaide, interpretado por el siempre soberbio Manolo Solo, salvando la circunstancia de su curioso acento portugués. Parece extraña tanta diferencia en la aceptación de esa realidad a uno y otro lado de la frontera, con tan pocos kilómetros de distancia. La película se abre y cierra con dos secuencias en Argentina, lugar donde acabaron los personajes que protagonizaron la primera unión homosexual femenina en España, aunque parece que los hechos reales difieren de lo que se expone en la película. Elisa y Marcela está muy lejos de ser la peor película de la directora catalana, aunque también lo está de sus mejores trabajos.