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Crítica: "El increíble finde menguante", por Javier Collantes

El cine, a veces, nos puede sorprender en positivo, y, sobre manera, nuestra propia cinematografía. A este caso pertenece El increíble finde menguante, la ópera prima de Jon Mikel Caballero, cineasta que, bajo el prisma de una historia que trastoca el tiempo, nos ofrece una película tan diferente como sugerente.


A través de este maravilloso entramado de guión, y su viaje en el tiempo, nos encontramos con una historia mágica, fascinante y llena de emociones. Su relato nos conduce a una casa rural de la mano de una chica llamada Alba, a punto de cumplir 30 años y disfrutar, en compañía de sus amig@s, en teoría, de un gran fin de semana.


Hasta que su novio, Pablo, decide cortar la relación que mantienen. Desde ese momento, su vida entra en un bucle y los hechos se repiten una y otra vez. Sin embargo, cada repetición dura una hora menos que la anterior, un itinerario cronológico plasmado por una original y sublime narración visual en base a ciertos recortes de pantalla.


El increíble finde menguante es una historia generacional, tan tierna como seductora, un film que trasmite sensaciones y sentimientos, que, pese a su bajo presupuesto, se convierte en una pequeña joya fílmica al convencer con una clase de cine cuyas líneas se leen con verdadero entusiasmo, un relato que se aleja de propia apariencia.


Esta película no es Atrapado en el tiempo, es una esencia del recuerdo y de la fantástica variación de una parte del pasado más reciente, un retrato genuino al que contribuye un gran reparto interpretativo encabezado por Iria del Río, excelente en todas y cada una de sus miradas, palabras y reacciones.


Junto a ella, la fresca solvencia de Nadia de Santiago y la voz absolutamente reconocible de Luis Tosar. El increíble finde menguante, un bucle emocional que no mengua sino crece con el tiempo, en memoria verdadera, compromiso secuencial, un reencuentro inolvidable con los márgenes del cine para frecuentar.