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Crítica: "Pájaros de verano", por Javier Collantes

Desde una perspectiva antropológica y con los elementos suficientes para ser un cuadro etnográfico, este film, de envergadura profunda y un extraordinario viaje por los confines de un país con un enorme potencial cultural -me refiero a Colombia-, resulta una historia muy interesante. Pájaros de verano pertenece a otra clase de narrativa: seria, concisa, directa, de otros tiempos pasados por el corte de una civilización más espiritual, en lugares sagrados, casi mitológicos, sobre personas con el sentido de honor hacia las tradiciones de su pueblo.


Con una pequeña síntesis, la película que nos ocupa nos traslada a una historia basada en hechos reales, que nos habla del inicio del narcotráfico en Colombia en los años 70, tiempos donde la juventud norteamericana y el movimiento hippie se acercan a las drogas, en concreto a la marihuana. Todo esto provoca que los agricultores de la zona colombiana se inicien en este modo de negocio, sin sospechar sus consecuencias, bajo un ritmo económico tan alto como destructivo en el fuero interno de cada miembro de las familias indígenas.


En la zona desértica de Guajira, una familia wayuu comienza el liderazgo rumbo al éxito y al poder, para dar paso a una posterior guerra entre familias que rompe las tradiciones y el espíritu del sosiego interior en base a las razones para vivir en convivencia y paz. Pájaros de verano es una propuesta cinematográfica compuesta de realismo mágico, dosis de épica y valor, tradiciones documentales en una contextualización casi literaria, un extraordinario relato conmovedor que, de la mano de una dirección impecable por el ojo-cámara de Cristina Gallego y Ciro Guerra, se convierte en un rotundo film con reminiscencias del western clásico y los retazos del cine de gánster.


La codicia y el dinero, la dignidad humana rota por la ambición, las consecuencias del dolor definitivas para eliminar la sapiencia de un pueblo. Las consideraciones técnicas son un prodigio de filmación: cámara en movimiento ajustado a encuadre e iluminación fotográfica propia de los reajustes del paisaje para un texto narrativo y unos personajes llenos de emotividad, con interpretaciones realistas, sin trucos ni aderezos en nada. Pájaros de verano es una película magnífica que trasmite sensaciones y precisa de una atenta mirada, un film de sobresaliente calado, asombroso y entretenido, una gran pieza del séptimo arte que no se olvida del espectador que pide otra óptica del cine.