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Crítica: "Green Book", por Javier Collantes

A veces resulta sorprendente como un director de cine catalogado para elogio o fracaso por su obra puede que, con el paso del tiempo, llegue a sorprender por su evolución respecto a temáticas e incluso estilos, por ofrecer una nueva visión de las 'cosas'. A dicho ejemplo corresponde Peter Farrelly, conocido por sus comedias gruesas que, junto a su hermano, obtuvo una gran carrera comercial gracias a películas como Algo pasa con Mary, títulos de formas más directas basadas, por lo general, en el concepto escatológico.


Farrely, que como productor, director y guionista mostró por tanto un cierto tipo de cualidades cinematográficas, ahora sorprende con Green Book, un film alejado de aquellos puntos comunes del humor corrosivo que componían sus anteriores historias. Con este cambio, esta historia no es solo un 'libro' al uso, es una conclusión casi de cine clásico con los ribetes de un film academicista, muy bien realizado.


Green Book nos recuerda a Paseando a Miss Daisy, pero exento de ñoñerías; Pigmalión, esta vez más resolutivo; y evoca el espíritu de Frank Capra, con el traslado a otras épocas conflictivas cuya visión se cristaliza en cada instante del film.  Sobre la estructura de una 'road movie', de modo casi literal nos acerca a los Estados Unidos de los años 60, cuando un brusco italoamericano consigue un trabajo de conductor para un educado y famoso pianista afroamericano.


Ambos, el chófer como acompañante y protector del pianista en su tour musical, viajarán juntos a diversas ciudades de diferentes estados guiados por El libro verde, una guía de los alojamientos de la zona sur de Norteamérica donde los negros pueden hospedarse. Con los peligros del racismo, el viaje, que entrelazada comedia y drama de una forma muy equilibrada, será una auténtica lección de vida inspirada en los hechos reales de Tony Lip.


Narrada de modo extraordinario, la puesta en escena de Green Book se impregna del denominado 'feel good movie', un hermoso y emotivo relato sobre las causas perdidas a lo largo de un itinerario de segregación racial y búsqueda de los derechos humanos a bordo de un Cadillac Deville del 62. Dos hombres antagónicos, tan diferentes en su percepción de la cultura, la sensibilidad, la brusquedad, el refinamiento y los comportamientos pero que, en el fondo, resultan tan sublimes como  iguales en su condición humanista.


Con un guión casi sublime, Viggo Mortensen y Mahershala Ali realizando unos registros majestuosos, una dirección que sostiene en alto el resto de elementos que componen el film, no son de extrañar los Globos de Oro y las nominaciones a los Oscar de Green Book, un film sorprendente que conserva las esencias de la escritura cinematográfica en todas sus vertientes, que gusta y entusiasma tanto a los sibaritas como al gran público por el sabor del cine de siempre, un gran viaje para una maravillosa película.