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Crítica: "Cambio de reinas", por Javier Collantes

A modo de muestra sobre ciertos aspectos de la historia entre dos países, España y Francia, Cambio de reinas hace lo propio con la construcción de un relato palpitante y lleno de complots e intrigas  palaciegas. Marc Dugain nos ofrece un corte horneado de cine casi teatral, estiloso y emocionante, cuyos elementos artísticos son un ejercicio modélico de cine en otras dimensiones.


Año 1722, han pasado dos años de la Guerra de la Cuádruple Alianza que enfrentó a España y Francia. La paz en Europa, un antes de la Revolución Francesa, se mantiene a base de matrimonios concertados: la boda del hijo de Felipe V, el futuro Luis I de España de 15 años, con la francesa Luisa Isabel de Orleans de 12; y las nupcias de Luis XV de Francia de 11 con la infanta española Mariana Victoria de 4.


Cambio de reinas es un gran cuadro pictórico en cada imagen, pequeña de tamaño cinematográfico pero importante en sus resultados. Barroca, elegante y academicista, al detalle del encuadre, Cambio de reinas goza de una puesta en escena impecable, más la utilización de una notable fotografía, una excelente dirección y las equilibradas interpretaciones de Lambert Wilson, Anamaria Vartolomei y todo el reparto.


Cambio de reinas es un film francés modesto pero bien construido, en el que se muestran las relaciones de Estado en la Monarquía absoluta contados desde un punto de vista cinematográfico de un nivel muy aceptable. No es un film comercial al uso, entre un ritmo narrativo condensado y milimétrica pausa en cada secuencia.


Ahora que se estrenan sucesivos títulos de temática real, Cambio de reinas compone otro tiro de cámara para soltar nuevos campos visuales, se comprueba y trasmite una dirección fresca, historia sobre Historia con pálpito serio que entretiene pero también precisa de concentración, una instalación cinematográfica con la textura sembrada de otros conceptos narrativos. Un film muy digno.