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Crítica: "Mortal Engines", por Javier Collantes

El género cinematográfico de acción y fantasía, ciencia ficción, proveniente de una literatura sostenida con las bases del entretenimiento y con lecturas de un mundo destructivo, o situaciones que derivan en luchas del ser humano para salvar el lugar en que habitan, ha entregado al cine sobre manera una exposición dura de los tiempos de la pura supervivencia, entre otras connotaciones que subyacen a pie de página, o a toma de pantalla, en ilustraciones e imágenes casi de lenguaje del cómic.


Es con dicho preámbulo que las películas de tonelaje de héroes obligados por las circunstancias convierten a estos relatos en títulos de consumo rápido. Con los mensajes de una presunta desaparición de los seres que habitan el planeta Tierra, dicho de manera rápida y sin entrar en su traducción final, Mortal Engines, las máquinas mortales de la destrucción, es un film que, con la colaboración de Peter Jackson -director recordado por El señor de los anillos- y dirigido por Christian Rivers, nos traslada a unos nuevos tiempos con una dirección aprobada si el nivel de exigencia del espectador desciende y se deja llevar por un relato trepidante.


Aventuras y combates entre civilizaciones ofrecen un valor destacable que recae en un logrado aspecto visual, una banda sonora potente y una historia de clases sociales en un futuro aterrador. Con un argumento que nos presenta un mundo  postapocalíptico después de que la civilización haya sufrido una gran catástrofe y el ser humano se haya adaptado a otra forma de vivir. Las ciudades rodantes, en continuo movimiento, combaten contra otros pueblos, mientras un Londres regentado en segunda línea por un ser despiadado, domina y destruye al resto de ciudades.


Una peligrosa fugitiva y otro ser que lucha por la supervivencia se encontrarán en dos prismas opuestos. El futuro dependerá en gran parte de ambos y lucharán encarnizadamente por alcanzar libertad y justicia para todos. Adaptación de la primera aventura fantástica de una tetralogía, este film es un producto de puro entretenimiento. Ritmo narrativo, fases sin apenas descanso, batallas y naves voladoras, lecturas políticas en clave ciberpunk/steampunk y con logradas referencias a otros títulos.


La guerra de las galaxias en su primera trilogía, Mad Max, Terminator, algo del espíritu de El señor de los anillos y a veces de Brazil... una mezcla que funciona, con los tonos del darwinismo funcional, sobre una tecnología que se construye a base de piezas usadas en otros tiempos. Naves surcando los espacios, grandes carros con ciudades, ruedas inmensas para sus tonos distópicos. Entre sus aspectos menos conseguidos, su reparto, simplemente pasable, con personajes desiguales. Por lo demás, un film pasable, aceptable, que ni es tan flojo ni tan excepcional, pero cumple su cometido de entretener con  sus aspectos de cine comercial bien realizado, en las huellas de otros tiempos cinematográficos.